Llevar la historia en el corazón

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Por Maribel Flamand Sánchez, Foto de la autora

Paul Sarmiento Blanco, historiador, profesor investigador, director del Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Holguín, Máster en Historia y Cultura y Doctor en Ciencias Históricas, tiene todos los atributos de un experto en su profesión. Sin embargo, el niquereño, tuvo cuna en el municipio granmense de Niquero, sobresale por la pasión contagiosa que desborda cuando de tratar la historia de Cuba o universal de trata.

Para el Académico Correspondiente, miembro de la Academia de Historia de Cuba, de la Sociedad Cultural José Martí y de Pedagogos de Cuba, así como de los comités nacional y provincial de la Unión de Historiadores en el país su compromiso es con el aprendizaje de sus alumnos, desde Cuba, desde donde siempre quiere seguir aportando.

Sobre el por qué la historia como profesión, argumenta:

La pasión por la historia comenzó cuando vivía en Mayarí, durante mi adolescencia; las profesoras de literatura e historia de noveno grado me motivaron a leer obras literarias. Todo surgió con El Cantar de Mío Cid. Mi profesora de historia de octavo grado, Carmela, me estimuló para buscar, sobre todo, la historia de personalidades. Recuerdo que nos apasionó investigar sobre Oliver Cromwell, gran militar, líder de la Revolución Inglesa. Por ahí nació mi motivación por la historia.

Ya en el preuniversitario, en Mayarí, el profesor de literatura, Eduardo, nos invocaba a leer obras literarias que tuvieran que ver con la historia, como El reino de este mundo, de Alejo Carpentier; La Metamorfosis, de Frank Kafka y Reportaje al pie de la horca, de Julius Fucík. Pero como no teníamos una buena orientación y la carrera de historia se estudiaba en Santiago de Cuba, me decanté por la Licenciatura en Educación, en la especialidad de Marxismo, Leninismo e Historia, de lo cual me gradué en el pedagógico José de la Luz Caballero en el 1992.

A mí siempre me apasionó la historia, además coincidió que el claustro del pedagógico en esos años, en Historia, fue de los mejores a nivel de país. Recuerdo que íbamos a competencias con otros pedagógicos y universidades y el profesorado de Holguín siempre fue muy respetado.

¿Quiénes fueron esos profesores que me motivaron más por la historia? El Doctor Carlos Córdova, Samuel Rivera, Oliver Calderón, Pedro Leyva…, mi primer profesor universitario, Rigoberto Segreo, fue siempre mi tutor hasta la maestría.

¿Quiénes fueron tus paradigmas?

Tengo varios, primero los profesores que te forman y te motivan. También encontré paradigmas en la lectura y los tuve directo, ese que está contigo conversando, ese fue Rigoberto Segreo, quien me embulló, quien me abrió las puertas a la maestría. Se suma el Doctor Rafael Cárdenas, en la formación doctoral, Alejandro Torres Gómez de Cádiz, una persona muy cercana, un paradigma en las ciencias sociales, y otros muchos historiadores influyen en uno.

¿Docencia o investigación?

Las dos, siempre he sido profesor, excepto una etapa que estuve como director del museo La de Majagua. Tuve el privilegio de dirigir ese parque nacional -1995- 1997, donde empezaron nuestras luchas por la independencia y por tanto lugar importante en nuestra historia. Allí conocí personalmente a Eusebio Leal, a Enríquez Núñez, aprendí cuestiones relacionadas con la conservación, el uso del Patrimonio y la historial local.

En un historiador las dos deben saber llevarse muy bien. A través de la docencia uno le enseña al estudiante lo que investiga, y en la investigación hay que saber aplicar los métodos de la docencia. Mi vida diaria la comparto entre la docencia y la investigación.

¿Es compleja la enseñanza de la historia en la actualidad?

Es un reto con varias lecturas. Primero, nos estamos quedando sin maestros de la asignatura, por el factor de la motivación. En esta coyuntura el factor económico también juega un papel importante. Hay falta de preparación porque la gente se está moviendo constantemente hacia otras profesiones. El segundo elemento está relacionado con la revolución tecnológica que estamos viviendo. El historiador tiene que tener un libro, un periódico, pero necesita también de la tecnología. Un buen profesor de historia necesita estar actualizado, la dinámica de la sociedad se va moviendo hacia las revoluciones tecnológicas y ese es un problema por resolver.

El otro problema es la constante actualización que hay en las redes sociales y el constante debate, tenemos que estar preparados para ese debate científico y a eso se une un cuarto reto, la honestidad intelectual, el plantear siempre la verdad por muy dura que sea, saber enfrentarse a las contradicciones de la época.

El historiador tiene que estar preparado no sólo para leer libros viejos y estar montado sobre esquemas viejos, ni para politizar. La politización de las clases está matando la enseñanza la historia. La propia historia de Cuba legitima la lucha de este pueblo. El historiador tiene que estar preparado para reconstruir una historia nacional coherente, sin miedo a enfrentar las contradicciones de esos procesos. El enfrentamiento, la polémica, las contradicciones de cualquier proceso en la historia nacional debe formar parte del acervo de preparación de un profesor.

¿Hablamos de sus publicaciones?

Como profesores universitarios e investigadores tenemos que ser visibles. Una tendencia actual en la investigación académica es que las obras de los profesores e investigadores de cualquier ciencia tienen que ser visibles en plataformas internacionales porque eso le da prestigio a la universidad, al colectivo donde trabajas, además, una función del historiador es que su obra sea constantemente visualizada. Una función importante del historiador es publicar su obra.

¿Preferencia por alguno de tus textos?

Uno se pone contento cuando le publican la primera obra. Mi primer libro se publicó en una editorial española en el 2010: “Cosme de la Torriente y Antonio Sánchez Bustamante, dos paradigmas de la jurisprudencia cubana”. Mi tesis doctoral fue sobre Cosme de la Torriente, diplomático y pensador cubano de la república.

Un segundo libro fue con un colectivo de autores, Hernel Pérez y Maira San Miguel, publicado por la editorial La Mezquita, de la Asociación de Historiadores de Holguín. La Mezquita está reconocida prácticamente, como la única editorial de la Unión de Historiadores en el país, es la pionera en ese sentido. Mi libro sobre Calixto García y Cosme de la Torriente, publicado por la editorial Ciencia Ediciones, de la Universidad de Holguín en el 2021, fue un orgullo para mi presentar por Tele Cristal, el 4 de agosto del 2021.

Corren tiempos de guerra sicológica, colonización cultural, campaña de desinformación y tergiversación del pasado. ¿Cuán importante es el conocimiento de la historia patria en estas circunstancias?

Si tienes la verdad histórica en tus manos, por muy dura y contradictoria que sea, el historiador tiene que defenderla. En estos tiempos de colonización cultural, de hegemonía y tergiversación creo que lo más honesto, académico y científico para el historiador es dialogar con la propia historia de Cuba, dialogar con los hechos del pasado y el presente, con todos los colores de ese hecho y sacar lecciones.

El pensamiento y la historia nunca van a ser lineales, la historia es siempre en espiral, hay momentos de avances y de descenso, de equilibrio y desequilibrio. Aunque no tengamos los recursos, ni seamos los dueños de los grandes medios de comunicación, ni de los grandes recursos financieros, este país tiene una historia, cultura y tradiciones, costumbres marcadas por tendencias ideológicas diversas, pero que son costumbres, hábitos. Para poder enfrentar el reto de la colonización cultural el historiador no debe esconder ningún detalle de la historia, por muy duro o triste que sea porque es su historia. La lección es que ese hecho doloroso, duro, triste tiene que ser analizado, divulgado para aprender y sacar lecciones.

¿Se habla con frecuencia sobre la necesidad del empleo de métodos creativos para la enseñanza de la historia, que despierten el interés fundamentalmente de los jóvenes. Existen esos métodos o cada maestro tiene su librito?

El método está concebido, hay varios como el problémico, científicamente elaborado, pero le falta el otro aspecto que depende del ser humano. Si ese ser humano conoce la historia y la ama entonces es capaz de aplicarlo; lo importante es llevar la historia en el corazón.

Siempre voy a Martí cuando en su escrito Céspedes y Agramonte, dice: “El buen cubano tiembla al escuchar esos nombres”. Si te erizas ante un acontecimiento que impacte en la sociedad, entonces eres un buen cubano o cubana. La enseñanza de la historia hay que llevarla en el corazón, en el alma.

Nuestros grandes historiadores, con una vela, pasando hambre, necesidades, nunca se alejaron de la historia y escribieron. Ramiro Guerra, Emilio Roig… tenían, ante todo, un compromiso con la nación, ponían su alma. Ese es mi método. Puedes entrar a un aula y darte cuenta que los alumnos ese día no quieren dar clases. El buen profesor tiene que entrar a la sicología del estudiante. En estos momentos la sicología está jugando un papel importante en la enseñanza de la historia.

¿Qué parte de la historia de Cuba, local e internacional y personalidades le interesan más como estudioso de la historia?

De la historia internacional siempre me han motivado las revoluciones burguesas en Francia y Estados Unidos; de la América Latina La Revolución Mexicana de 1910 a 1917 y en el caso de Cuba siempre me ha encantado y soy ferviente estudioso del período de la República, la República burguesa y los primeros años de la Revolución.

Desde el punto de vista vivencial me motivan los años de mi niñez en Banes y Mayarí, durante los que me formé, cuando uno adquiere las primeras nociones, uno está dentro de un contexto histórico que nunca olvida. Entre las grandes personalidades de la historia José Martí es mi gran pasión; después de Martí la figura que estudié para el doctorado, un gran diplomático y orador, se dice que fue el primer parlamentario en llevar a un parlamento cubano los derechos de la mujer: Cosme de La Torriente y Peraza. Del plano internacional siempre he estudiado a Churchill y a Franklin Delano Roosevelt.

¿Tener una esposa que comparte la profesión cuánto le favorece?

Ella, Leidiedis Góngora Cruz, doctora en Filosofía y Máster en Historia y Cultura ha sido una gran compañera durante los últimos 15 años. Ha sido lo mejor que me ha pasado, desde el punto de vista profesional y personal, mi complemento, un puntal como historiadora de calibre, critica de mi obra, juntos hemos trabajado muy duro por la carrera de historia de la Universidad.

¿Por dónde anda la salud de la Unión de Historiadores de Holguín?

En Holguín hay una poderosa Unión de Historiadores, hay que reconocer que el trabajo se ha fortalecido, se han incrementado los asociados y las actividades, además, la provincia tiene una labor científica de prestigio, es la que más trabajos ha llevado a los últimos congresos de historia, de las que más de destaca en el sistema de eventos.

Tiene una editorial como La Mezquita, un liderazgo. Primero Iram Pérez, al que le digo el Comandante en Jefe de la Unión de Historiadores. Ahora con Víctor Aguilera se equilibran experiencia y juventud.

¿Además de los temas históricos sobre cuáles otros le gusta leer?

Me gustan la literatura y la música. Escuchar música me seda. Disfruto la música de la Década prodigiosa, la instrumental, a Julio Iglesias. La música la disfruto y me sirve para mi concentración. En la literatura tengo muchos autores favoritos, de los primeros que leí esta Alejandro Dumas, Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar. En la parte de mi especialidad hay muchos favoritos. Ver la televisión también me gusta.

¿Se puede comparar la realidad cubana actual con algún otro período del país?

Como historiador considero que no es sano comparar etapas. En historia hay una categoría, contexto histórico, que no es más que el escenario en el cual se mueven todas las tendencias de una época. Decía cierto economista que en Cuba debemos aprender a compararnos con lo que está pasando en el mundo, no con lo que pasó. Ahora nos comparamos mucho con el período especial cuando han pasado más de 30 años, no son las mismas condiciones del mundo, cuando el Período Especial acabábamos de tener una economía floreciente, relaciones con URSS, eran otras tendencias ideológicas; ahora tenemos otro contexto, otro liderazgo en la dirección del país, otros retos, por tanto tenemos que concentrarnos en los problemas de nuestra época.

Los momentos de hoy y los problemas de hoy tenemos que resolverlos con los métodos de hoy e incluso del futuro, que es hacia dónde vamos.

No existe nación sin historia, a ustedes les corresponde estudiar esa historia, mantenerla a salvo.

Para mí la historia es la esencia de ser historiador. La historia de la nación es el contenido de un historiador, para mí es lo más grande que me ha ocurrido en el campo de mis sueños. Si mañana me dijeran que no podría seguir siendo profesor de historia buscaría la forma de seguir ejerciendo, pero aquí en Cuba, porque es lo que me gusta, la gente necesita del conocimiento de quienes de verdad amamos la historia.

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