Por: Francisca López Civeira
El 4 de septiembre de 1995, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, Fidel expresó:
Fue un privilegio ingresar en esta Universidad también, sin duda, porque aquí aprendí mucho, y porque aquí aprendí quizás las mejores cosas de mi vida; porque aquí descubrí las mejores ideas de nuestra época y de nuestros tiempos, porque aquí me hice revolucionario, porque aquí me hice martiano y porque aquí me hice socialista, (…) fui primero socialista utópico, aunque también gracias a mis contactos con la literatura política, aquí en la Universidad y en la Escuela de Derecho, me convertí al marxismo-leninismo.[1]
Estaba entonces celebrando los cincuenta años de su ingreso en ese alto centro de estudios, donde solicitó la matrícula el 27 de septiembre de 1945 para las carreras de Derecho y Contador Público. El 5 de septiembre de 1950 defendió su tesis para el doctorado en Derecho con el título “La letra de cambio en el derecho internacional privado” donde obtuvo la calificación de sobresaliente.[2] Culminaba así un período de formación académica y también política, a partir de su inserción en las luchas estudiantiles, que empezó como delegado de la asignatura de Antropología hasta llegar a vicepresidente de la Facultad de Derecho; aunque no se apartó de la Universidad y volvió a matricular, pero para obtener el doctorado en Filosofía y Letras y en Ciencias Sociales, lo que hizo hasta 1952, cuando descontinuó ese propósito y se concentró en la organización del proyecto revolucionario que encabezó.
La Universidad donde ingresó Fidel en 1945 tenía un ambiente muy complejo, con mucha violencia a partir de los grupos partícipes del llamado bonchismo, a lo que se enfrentó junto a compañeros de diversas tendencias, pero opuestos a ese fenómeno; también era un espacio donde los partidos políticos trataban de actuar, de crear grupos propios, en lo cual la autonomía universitaria reconocida en la Constitución de 1940 resultaba muy útil. Era también escenario de confrontación con quienes, en aquel ambiente, luchaban por adecentar esa Universidad, consolidar su condición de formadora de nuevos profesionales desde los avances científicos, de eliminar la corrupción allí presente, para lo cual contaban también con la presencia de profesores que compartían esa línea frente a los que participaban en la corrupción y se aliaban a los grupos violentos y politiqueros.
Además de los problemas internos de la Universidad, que concitaban la acción de estudiantes en favor de su adecentamiento y su labor formadora, estaba también la lucha por la autonomía de la FEU frente a la total subordinación al Consejo Universitario, quien determinaba todo su funcionamiento, lo que incluía las elecciones estudiantiles a todos los niveles. También existía el combarte en favor de causas muy justas, nacionales e internacionales, para lo cual había comités como los de lucha contra la discriminación racial, por la democracia en República Dominicana o por la independencia de Puerto Rico, entre otros. En todos esos frentes estuvo el joven estudiante Fidel Alejandro Castro Ruz, siempre del lado de “los buenos”, de quienes apostaban por el bien, lo que puso en riesgo hasta su vida.
El tiempo universitario de Fidel fue sin duda una gran experiencia en su formación académica y política, lo que incluyó el aprendizaje para la dirección pues debió asumir funciones de presidente de la Facultad, desde su condición de vice, por las discrepancias que surgieron con el presidente, pero que no llevaron a su democión oficial por la negativa de la autoridad universitaria. También se aprecia en el joven estudiante la ética en el actuar, lo que evidenció en diferentes momentos, como cuando perdió los exámenes al involucrarse en la expedición de Cayo Confites para combatir contra Trujillo en la República Dominicana y decidió no repetir año, no extender su condición de estudiante más allá de la duración de la carrera, entonces pasó a ser estudiante “por la libre”, clasificada como “enseñanza privada”, lo que implicaba que no podía ser dirigente de la FEU, de manera que culminó la carrera sin extender plazos.
Fidel también debió enfrentar los intentos de desacreditarlo, como cuando continuó su matrícula después de graduado, pues lo acusaron de querer ser presidente de la FEU, a lo que respondió con una carta publicada en la revista Carteles del 10 de diciembre de 1950, donde refuta tales argumentos al exponer que ya él era un profesional, que podía exhibir orgulloso su expediente de estudiante, explica el propósito de su nueva matrícula y expresa:
Si la deshonra es el castigo de los que claudican, sea, pues, la honra el precio merecido de los que han sabido ser honrados.
A esa Universidad volvió Fidel muchas veces, para entrenar a los que irían a combatir el 26 de julio de 1953, para rendir homenaje a Martí en la “Marcha de las antorchas” el 27 de enero de 1953, entre otros momentos. Después del triunfo revolucionario ese siguió siendo escenario frecuente. Allí el 13 de marzo de 1960 explicó la importancia de la reforma universitaria que se preparaba:
El pueblo oye hablar de la Reforma Universitaria, y quizás no la entienda tan bien como la Reforma Agraria […]. En cambio, la Reforma Universitaria es algo más sutil, no tan visible, pero sí tan necesaria como la propia Reforma Agraria, porque también hay enormes latifundios de inteligencias que hay que cultivar.
Tanto como había miles y miles de caballerías sin cultivar, hay cientos de miles de inteligencias sin cultivar (…).
Expresaba así su concepción de que las universidades tenían que abrir sus puertas al pueblo, y debían ser también centros de investigación, de creación de nuevos conocimientos. A su Universidad volvía a conversar con los estudiantes -en la calle entre el Rectorado y la Plaza Cadenas (hoy Plaza Agramonte)-, donde escuchaba inquietudes, opiniones, a la vez que expresaba ideas, en visitas totalmente informales, sin ningún anuncio previo; de manera que los estudiantes acostumbrábamos merodear la Plaza en espera de esa posible presencia. Allí surgieron proyectos para la publicación de libros y otros.
El 4 de diciembre de 1994 llegó Fidel a la Universidad de La Habana con Hugo Chávez, cuando este era aún poco conocido; allí fue con el expresidente estadounidense James Carter el 13 de mayo de 2002, entre otras muchas visitas que compartió en ese espacio. Pero allí fue también donde nos dejó el gran reto a todos, cuando el 17 de noviembre de 2005 preguntó:
¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? Y, después, afirmó: Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos [los imperialistas]; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.
[1] Fidel Castro: En esta Universidad me hice revolucionario. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2000, p. 15.
[2] Ver expediente de Fidel en Francisca López Civeira y Fabio E. Fernández Batista: Didel en la tradición estudiantil universitaria. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2016.