DORTICÓS: UN HÉROE DE LA REVOLUCIÓN

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DORTICÓS: UN HÉROE DE LA REVOLUCIÓN


Por Andrés García Suárez*

Periodista, escritor e investigador. Miembro de la Unhic y de la Comisión de Historia del Comité Provincial del PCC en Cienfuegos, hasta su fallecimiento en el 2021.

Osvaldo Dorticós Torrado nació el 17 de abril de 1919 en la ciudad de Cienfuegos, en el seno de una familia de clase media. Su padre, Francisco Dorticós Pichardo, era un médico cirujano muy prestigioso, quien tenía una activa y reconocida vida social; la madre, Consuelo Torrado Martínez, era profesora de la Escuela del Hogar. Su origen social facilitó que los hermanos Raúl y Osvaldo matricularan en un colegio privado de los Hermanos Maristas, el Champagnat, donde Osvaldo cursó hasta el bachillerato en Ciencias y Letras.

La muerte del joven estudiante universitario Rafael Trejo, el 30 de septiembre de 1930, produjo una radicalización de los estudiantes cienfuegueros, incluidos los del colegio Champagnat. Osvaldo era entonces un niño de once años; pero la muerte de Trejo y los sucesos posteriores lo impactaron profundamente y, con catorce años de edad, formó parte del Ala Izquierda Estudiantil e integró el comité de huelga contra la primera dictadura de Batista apoyada por el embajador yanqui Jefferson Caffery.

A tenor con los cambios políticos ocurridos en el país después de septiembre de 1933, con el viraje político que definió la frustración revolucionaria, el Partido Comunista fue legalizado. En Cienfuegos se eligió un nuevo comité, en el que, entre otros, figuraba Dorticós como secretario de Educación y, más adelante, como secretario de Cultura. Por entonces, se realizaron actos públicos en el teatro Terry y otros lugares de la ciudad apoyando la República Española y la lucha del pueblo español, así como la organización de las Brigadas Internacionalistas contra la dictadura fascista de Francisco Franco.1

En 1941 se graduó de abogado en la Universidad de La Habana, donde había participado en las famosas “tánganas” estudiantiles contra los desmanes de los gobiernos de turno. Ejerció la abogacía en Cienfuegos y creó un bufete en San Carlos entre Hourruitiner y Gacel, frente al hotel San Carlos, que muy pronto ganó prestigio y confiabilidad, por su eficiencia y compromiso con los humildes su posición ideológica y, en lo personal, por su modestia y sencillez.

El 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista protagonizó el cuartelazo. En ese momento, Dorticós presidía el Colegio de Abogados de Cienfuegos y emitió una declaración de condena al golpe por inconstitucional e inmoral, sobre todo, por la proximidad de las elecciones.2 Con posterioridad, el abogado logró la libertad de varios revolucionarios acusados de realizar actividades subversivas.

En 1957, Dorticós se encargó de organizar la Resistencia Cívica del MR-26-7, tarea impulsada por Armando Hart y destinada a reclutar telectuales.

Por su actividad como jurista mantuvo contacto diario con jueces y auxiliares de la administración de justicia, que laboraban en los tres juzgados de la ciudad.

Desde 1957 funcionó en los juzgados de esa ciudad, una célula de la Resistencia Cívica, creada por Dorticós, en la que militaban cinco secretarios de esos juzgados que conformaban el Poder Judicial. Infiltrados en ese coto cerrado, los integrantes de esa célula lograron la liberación de varios combatientes, entre ellos 35 jóvenes revolucionarios capturados por el Ejército y la Policía el 27 de mayo de 1957, cuyas vidas peligraban.

Ese pequeño núcleo rebelde cumplió con éxito otras tareas en su labor clandestina.

La actividad revolucionaria de Osvaldo Dorticós Torrado continuó ininterrumpida hasta que, forzado por los órganos represivos de la tiranía, se vio obligado a salir del país en noviembre de 1958.

Al triunfo de la Revolución, fue designado ministro de Ponencias y Leyes Revolucionarias y resultó dedicado servidor de los intereses del pueblo trabajador. A mediados de 1959, tras la renuncia primero de Fidel —renuncia que el pueblo no aceptó— y luego del mandatario Manuel Urrutia Lleó, Dorticós fue designado presidente de la República de Cuba. A partir de entonces, estaría en la primera línea entre quienes se encargaban de destruir el viejo Estado burgués neocolonial y proimperialista, y edificar el nuevo Estado “con todos y para el bien de todos”.

En la ONU y otros cónclaves internacionales se escuchó su voz pausada, atemperada, firme y depurada. Su oratoria fue arma para fustigar al imperio y condenar sus agresiones, o piezas oratorias cálidas y cercanas para referirse a la solidaridad con los pueblos de nuestra América y demás pueblos en lucha.

Posteriormente integraría el Comité Central del PCC y contribuyó a crear los órganos del Poder Popular. El jurista tuvo honda participación en todo ese quehacer. Tanta entrega e intensidad de trabajo minaron su salud. A pesar de los agudos dolores físicos que le producía su enfermedad, no dejó de laborar hasta que sus últimas fuerzas mermaron por la profunda depresión que le causó el fallecimiento de su amada esposa, compañera de toda su vida, María Caridad Molina.

El 24 de junio de 1983, víctima de dolores atroces que los medicamentos ya no podían aliviar, perdido el control de sí mismo, se provocó la muerte.

Todos sus compañeros lo recuerdan, no como el hombre atormentado de sus últimos días, sino como el talentoso, humilde y útil camarada, que siempre, con heroísmo y abnegación, entregó lo mejor de sí a su Patria y a su pueblo.

Este testimonio permite valorar mejor un aspecto muy poco conocido de la intensa y variada actividad patriótica de Osvaldo Dorticós Torrado, comunista desde su primera juventud y presidente de la República de Cuba durante los primeros 16 años de la Revolución, de los más difíciles y apasionantes de la historia de Cuba.

1 Colectivo de autores: Síntesis Histórica Provincial Cienfuegos, Editora Historia, La Habana, 2011, pp. 191-192.

2 Ibidem, p. 196.

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