LÁZARO PEÑA: BRÍOS DE JUVENTUD Y MADUREZ DE VETERANO

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LÁZARO PEÑA: BRÍOS DE JUVENTUD Y MADUREZ DE VETERANO

Por María Caridad Pacheco González

Dra. C. y secretaria de Divulgación y Relaciones Públicas de la Unhic.

Cuando se aborda la existencia de Lázaro Peña González, uno de los dirigentes sindicales más queridos y admirados por la clase obrera cubana, generalmente, la etapa menos conocida es la de su niñez y juventud. Sin embargo, esta ahí está clave para entender a cabalidad los valores éticos y políticos que definen su ideología y práctica revolucionaria a lo largo de su existencia.

Nacido el 29 de, mayo de 1911, en la habanera barriada de Los Sitios, fue hijo de Evaristo, carpintero y albañil eventual y Antolina, despalilladora de oficio. Al quedar huérfano de padre a los 10 años, tuvo que renunciar a los estudios, interrumpidos en el tercer grado de la enseñanza primaria y, con esa poca edad, se incorporó a trabajar. En el transcurso de su vida se empleó como aprendiz de herrero, carpintero, albañil y operario en una fábrica de tabacos. En este último ramo, entró de la mano de su madre a la fábrica de tabacos El Crédito, ubicada en Belascoaín y Desagüe, donde ocasionalmente fue lector de tabaquería y aprendió el oficio de torcedor. En las filas de este sector, inició su trayectoria como cuadro sindical y, orgulloso de ser tabaquero, aun cuando ocupaba otras responsabilidades, siempre que tenía ocasión practicaba esta labor con mucho placer. No resulta casual, por tanto, que la fecha de su natalicio, el 29 de mayo, haya sido la elegida por los tabacaleros cubanos para celebrar su día, como digno homenaje al íntegro combatiente por sus derechos.

Lázaro, quien de niño quiso ser violinista y no pudo lograrlo por su condición de joven pobre y negro, desplegó desde muy temprano una actividad que muy pronto lo convirtió en un descollante líder obrero. En 1929, a los 18 años, ingresó al Partido Comunista de Cuba, fundado cuatro años antes por Julio Antonio Mella y Carlos Baliño López. Dentro del clandestino partido, el joven repartió proclamas y participó en protestas contra la tiranía de Gerardo Machado, por lo que sufrió persecución, cárcel y maltrato. A comienzos de 1930, en ocasión de celebrarse una actividad en la Sociedad de Torcedores, en la que Lázaro fue orador principal, Rubén Martínez Villena, cautivado por su elocuencia, afirmó que, a pesar de su juventud, tenía toda la expresión de un veterano, y agregó: “Esa es mi sorpresa, no esperaba la forma conceptual y profunda con que este compañero desarrolló su discurso, y lo más importante, que no llevaba nada escrito”.1

Si resumimos su trayectoria revolucionaria, comprobamos con asombro que gran parte de sus contribuciones como cuadro sindical y comunista tuvieron lugar en una etapa muy temprana de su vida. Sufrió su primer encarcelamiento en 1932, a los 21 años, en el Castillo del Príncipe. Dos años más tarde, con apenas 23 años, al celebrarse el II Congreso del Partido Comunista de Cuba, fue elegido miembro de su Comité Central, secretario general del Sindicato de Tabaqueros y miembro del Comité Ejecutivo de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC). El fracaso de la huelga de marzo de 1935 lo llevó una vez más a la cárcel, cuando contaba apenas 24 años; pero ni con torturas lograron arrancarle una palabra que comprometiera a sus compañeros.

Al salir de la cárcel el Partido Comunista le dio la misión de reconstruir el movimiento obrero, desmembrado y tenazmente perseguido, para lo cual devino forjador de un considerable grupo de jóvenes dirigentes sindicales, entre los que se encontraban, Jesús Menéndez Larrondo, Aracelio Iglesias Díaz, Miguel Fernández Roig, y José María Pérez Capote, junto a quienes, en enero de 1939, a los 28 años, fundó la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), de la que fue elegido secretario general y un año más tarde, asistió como delegado a la Asamblea Constituyente.

Estas experiencias lo convirtieron en gran impulsor de la promoción de jóvenes de uno y otro sexo para cargos en organismos de base, intermedios y a nivel superior; la creación de escuelas destinadas a su formación; y el fomento de métodos y formas de organización inclusivos.

Ya por entonces era un líder obrero querido y respetado. Sabía persuadir a los trabajadores, con un lenguaje que les resultaba cercano. A ello había contribuido su carácter franco y jovial, anhelo de justicia e incesante espíritu de superación e instrucción, de forma autodidacta, todo lo cual le proporcionaba un carisma indiscutible, que conquistaba el cariño y aprecio de todos. Tenía la cualidad de ser firme en sus convicciones y leal a los obreros que representaba, y como buen cubano era fanático de la pelota, el boxeo y la música.

El compositor Ignacio Piñeiro Martínez; los cantantes Miguelito Valdés, Mr. Babalú; y la gran Rita Montaner gozaron de su amistad y se sabe que, además de tener buen oído musical y gustar del baile, aunque poco se habla de ello, celebraba en su casa descargas musicales y declamaciones de poemas, y según algunos de sus allegados, escribió varias letras de canciones, lamentablemente desconocidas debido a su proverbial humildad.

Una de sus grandes preocupaciones fue la superación y el respeto a los derechos de la juventud trabajadora, por lo que, bajo su orientación, fue creada el 15 de enero de 1941 la Comisión Juvenil de la CTC, a cuyas actividades brindó especial atención. Atento siempre a los intereses y demandas de los jóvenes, contribuyó a crear la Sociedad de Conciertos y la Comisión Nacional de Cultura Física y Deportes. Lázaro se comprometió a sufragar los gastos que originaban los conciertos en el teatro Auditorium (hoy Amadeo Roldán), por donde pasaron famosas luminarias del arte mundial como la famosa cantante Marian Anderson y Arturo Rubinstein, uno de los más grandes pianistas del siglo XX. El objetivo no era rivalizar con centros culturales de la burguesía, sino organizar actividades encaminadas a satisfacer las necesidades educativo-culturales de los jóvenes trabajadores. La Comisión de Deportes, integrada, entre otros, por el campeón centroamericano de lanzamiento del martillo y profesor de Educación Física, Troadio Hernández, organizó festivales deportivos y un campeonato de pelota en el que intervinieron equipos formados por obreros de diferentes fábricas y sindicatos; incluso, cuando Jesse Owens, el atleta más destacado de la Olimpiada de 1936, visitó La Habana, un grupo de la Comisión fue a darle la bienvenida al hotel Regina, donde el afamado deportista intercambió opiniones sobre el deporte con los jóvenes cubanos.

Llegados los convulsos años cuarenta, se opuso firmemente a los desmanes de los gobiernos auténticos (1944-1952), los cuales minaron la unidad del movimiento obrero, impusieron una camarilla mujalista en la dirección de la CTC, la cual representaba los intereses de los dueños y explotadores, y entronizó métodos gansteriles contra los obreros.

Tras participar en el III Congreso de la Federación Sindical Mundial, celebrado en 1953, en Viena, se vio impedido de regresar a Cuba, pues se le negó la entrada al país. Al producirse el triunfo revolucionario, regresó a la Patria y se consagró con pasión y energía a la obra que había sido cimiento y forja de sus anhelos de juventud.

Del 11 al 15 de noviembre de 1973, tuvieron lugar las sesiones del XIII Congreso de la CTC y, a pesar de estar enfermo, Lázaro Peña se consagró a la preparación de aquel trascendental cónclave con su participación directa en la elaboración de las Tesis del foro sobre variados y complejos temas del acontecer político, económico, social, laboral y sindical, las cuales fueron sometidas a debate con todos los trabajadores. Laboró hasta su último aliento, pues falleció apenas cuatro meses después, el 11 de marzo de 1974. Sobre su entrega y consagración aún en los últimos momentos, Fidel dijo en el sepelio del dirigente obrero: “Inútil era rogarle que moderara sus esfuerzos y atendiera su salud. Era lo único en que este militante modesto, dócil y disciplinado, desatendió los ruegos de sus compañeros y las exhortaciones de su partido […]”.2

Lázaro Peña demostró cómo se deben discutir los problemas políticos, económicos, laborales, jurídicos y otros, que influyen en la actividad de la clase obrera; cómo se debe persuadir; cómo posibilitar que los trabajadores opinen sobre problemas difíciles y complejos; cómo se les debe motivar y educar en materias relacionadas con la economía, a partir de que sus intereses son coincidentes y congruentes con los de la Revolución.

El XIII Congreso analizó y discutió los problemas más candentes del país en aquel momento, entre los que se destacaban: la derogación de la Resolución 270 sobre el salario histórico, que permitía jubilarse con el 100% del salario a todo trabajador de aquellos centros, cuya labor se considerara meritoria. Aunque la medida constituía un premio a la abnegación, buenas prácticas y consagración de esos colectivos laborales, debido a una aplicación incorrecta, el número de beneficiados se había extendido más allá de los límites concebidos, rebasando las posibilidades económicas del país. Hacerles comprender lo necesarias que eran esa y otras medidas que rectificaban políticas inadecuadas y lograr el consenso de los trabajadores en relación con los cambios que se proponían no constituyó tarea fácil. Una vez más el discurso preciso, orientador, persuasivo y educativo de Lázaro Peña, fue eje central de los exitosos resultados obtenidos.

Otros temas de gran complejidad discutidos fueron: la calidad de la producción y los servicios; el ahorro; la productividad del trabajo; la restitución del principio de distribución socialista: de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo —tema central del Congreso—; la capacitación sindical, la superación cultural, técnica y política de los trabajadores; la incorporación de las mujeres y los jóvenes al trabajo; el cumplimiento del deber internacionalista; la independencia de la organización sindical con respecto a las administraciones, entre otras cuestiones fundamentales relacionadas con las organizaciones obreras.

Otro acuerdo importante del Congreso, en el cual tuvo mucho que ver la labor educativa de Lázaro Peña, fue la resolución de apoyo a la edición de un periódico, que inicialmente sería un semanario.

De esta forma, aunque ya estaba fundado desde el 6 de junio de 1970, el periódico Trabajadores, tras al XIII Congreso, se declaró órgano de la CTC y se revitalizó su papel. Igualmente, como acuerdo, fue instituido, sobre una base integral, el título de Héroe Nacional del Trabajo, que fue adjudicado a los trabajadores más destacados del país en todas las esferas laborales.

Bajo el influjo del XIII Congreso Obrero, la CTC y sus sindicatos avanzaron hacia un mayor protagonismo en la sociedad y en la definición del papel de estos últimos en el socialismo. Se destacó la participación personal de Fidel apoyando el proceso de fortalecimiento y democratización del movimiento sindical que él mismo había orientado desde 1970, lo que fue encomiado en las palabras finales pronunciadas por el líder obrero.

El dirigente que, en sus últimos días de vida, repitiendo la hazaña de Rubén Martínez Villena en la preparación del IV Congreso Nacional Obrero de Unidad Sindical, entregó sus postre ras energías a la realización del XIII Congreso de la CTC en 1973, con toda su significación e implicaciones, y durante cuyo febril proceso preparatorio afirmó aspectos trascendentes con respecto al rol de los sindicatos, es un líder a cuya obra debemos acercarnos en estos tiempos de enormes desafíos, porque Lázaro fue —y seguirá siendo— un verdadero maestro para cualquiera que aspire a ser un buen cuadro sindical.

Lázaro de los pobres3

Estás callado y quieto dentro del ataúd,

con los ojos cerrados,

y sin embargo estás

levantado y andando.

Lázaro de los pobres, no es preciso

que venga el Cristo legendario

a decirte con voz ultraterrena:

Lévántate y anda, Lázaro.

Te vemos con tus tesis por las fábricas,

las minas, y los puertos, y los campos

como un viejo maestro de palabra sencilla

y pensamiento claro, haciéndote entender con tu mirada,

con el dibujo de tus manos,

con aquella tu voz enronquecida

de primeros de mayo,

de huelgas, de protesta, de clamores,

de convencer, paciente, a tus hermanos.

Tú estás sobre la muerte aparentada

levantado y andando.

No hay que decir tu nombre para nombrarte siempre.

Cuando decimos sindicato,

cuando decimos clase obrera,

diciendo estamos Lázaro.

Jesús Orta Ruiz, el Indio Nabori

1 Testimonio del líder obrero Isidro Figueroa, en ocasión del 70 aniversario del natalicio de Lázaro Peña, en Trabajadores, La Habana, año XI, no 127, 29 de mayo de 1981, p. 2.

2 Fidel Castro: Palabras pronunciadas en las honras fúnebres de Lázaro Peña”, cementerio de Colón, 13 de marzo de 1874, en Lucinda Miranda Fernández (Nota introductoria, esbozo biográfico y compilación): Lázaro Peña. Capitán de la clase obrera cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984, pp. 357-358.

3 Tomado de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí: Breves apuntes para la epopeya, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2005, p. 186.

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