La historia lo contempla orgullosa*
por Madeleine Sautié, Periodista.
Tal como lo había concebido, se cumplió. Rolando Rodríguez García dejó de trabajar el mismo día en que su cerebro dejó de funcionar, y dígase con ello, el día en que se marchó del mundo de los vivos, a los 83 años, este 6 de abril, a juzgar por su valioso desempeño como investigador en el Centro Fidel Castro Ruz, al tiempo de su fallecimiento.
Trabajar muy duro, todos los días y a toda hora, fue la divisa de este descollante intelectual, autor de libros fundamentales y merecedor de reconocimientos tales como los Premios Nacionales de Ciencias Sociales y Humanísticas, y de Historia; y desempeños, entre otros, como el de viceministro de Cultura, y la fundación y primera presidencia, en 1967 y por orden de Fidel, del Instituto Cubano del Libro.
El bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a la joven Revolución buscaba frenar el desarrollo de la cultura, y se le negaban al país las licencias para reproducir los libros más apremiantes. Comenzó así el Plan especial de Ediciones Revolucionarias, de las cuales —y por indicación del Comandante en Jefe—fue director. Más tarde, Fidel le solicitó la creación del Instituto Cubano del Libro. El 27 de abril de 1967 quedó fundada la institución, que dirigió Rolando, con apenas 26 años.
Apasionado por la historia de Cuba, experimentó particular devoción por el periodo de la república neocolonial, lo que se le convirtió en una obsesión. Es autor, entre una veintena de títulos, de Cuba: la forja de una nación, República de corcho y La revolución que no se fue a bolina.
Fue partícipe de un extraordinario suceso editorial: la edición e impresión en Cuba del Diario del Che en Bolivia. En el Archivo del Instituto de Historia y Cultura Militar, de Madrid, halló, en afanosa investigación, los papeles que llevaba consigo el Héroe Nacional el día de su caída en combate, contenido que recogió en el título Martí: los documentos de Dos Ríos. Firmó, también, la novela histórica República angelical.
En torno al modo en que debe enseñarse la historia, dejó importantes recomendaciones: “Hay que contarla con sangre en las venas, carne sobre los músculos y llenarla de vida. La historia de los soles sin manchas no existe”, expresó en una entrevista en estas páginas.
Muy de cerca tuvo Rolando Rodríguez a Raúl Roa, quien fuera su amigo del alma; y a Fidel, de cuya amistad sintió también profundo orgullo. “Gracias a Fidel, me hice un defensor acérrimo de la Patria. Por cuenta de sus decisiones escribo”, aseguró.
Hondo es el pesar que deja la partida de este hombre útil, cuya virtud puso al servicio de Cuba y sus nobles propósitos. El presidente Díaz-Canel expresó en su cuenta en x que “[…] la obra de Rolando Rodríguez es ya parte imprescindible de la historiografía cubana”; y Elier Ramírez Cañedo, subdirector del Centro Fidel Castro Ruz, escribió: “Durante más de 15 años tuve la oportunidad de crecer bajo la fuente inagotable de conocimientos de Rolando Rodríguez, uno de los historiadores más sobresalientes del país. Hoy queda su inmensa obra, ejemplo de consagración y pasión revolucionaria”.
* Tomado del periódico Granma, 7 de abril del 2024. Rolando fue merecedor del Premio Nacional de Historia y el Premio Nacional de Ciencias Socales. Era Miembro de Honor de la Unhic y miembro de la Academia de la Historia de Cuba.