El fracaso del Plan de Fernandina y sus lecciones

Articulos Cientificos

Por María Caridad Pacheco González

Dra. C. Vicepresidenta de la Unhic.

A comienzos del año 1895, Martí se encontraba rodeado de vicisitudes y peligros que lo obligaron a la más estricta clandestinidad. En estas condiciones, el 10 de enero de 1895 recibió el rudo golpe de la frustración del Plan de Fernandina, llamado así por el puerto floridano del que debían salir las tres expediciones costeadas por el Partido Revolucionario Cubano (PRC) para iniciar la guerra necesaria en la Isla.

El plan consistía en conducir tres expediciones por mar hasta diferentes puntos estratégicos de las costas cubanas: el Baracoa, con Martí, José Mayía Rodríguez Rodríguez y Enrique Collazo Tejada recogería en República Dominicana a Máximo Gómez Báez para conducirlos a Camagüey; el Amadís iría a Costa Rica, para llevar a los hermanos Antonio y José Maceo Grajales, Flor Crombet Tejera hasta la región más oriental de la Isla; el Lagonda sería conducido hacia un punto cercano a Cayo Hueso, donde lo esperaban Serafín Sánchez Valdivia y Carlos Roloff Mialofski para de allí navegar hasta Las Villas. Los desembarcos debían realizarse de la manera más simultánea posible.

Las embarcaciones saldrían con el pretexto de trasladar medios de trabajo y hombres para laborar en frutales y minas en Cuba y otros países.

Una vez iniciada la travesía, los jefes de grupo de cada barco entregarían 2 mil pesos a los capitanes para que estos se dirigieran rumbo a la Mayor de las Antillas, y en caso de que se negaran, se tomaría la embarcación y se conduciría a Cuba sin recibir el capitán dinero alguno.

Pese al celoso cuidado y discreción de José Martí y los principales jefes del movimiento en la preparación del alzamiento, el 10 de enero de 1895 llegaba una carta al Departamento de Hacienda de Estados Unidos en la que se delataba la presencia de dos barcos anclados en Nueva York, destinados a labores conspirativas contra el colonialismo español en Cuba. Esta entidad comenzó de inmediato a tomar medidas para impedir su salida. Era el inicio del descalabro del denominado Plan de Fernandina, que debía ejecutarse en conjunción con el Plan de Alzamiento.

Todo parecía indicar —no se supo con certeza—, que el origen de la tragedia ocurrió por una serie de indiscreciones, de violaciones de la seguridad a la hora de transportar el armamento, en medio del acoso de los agentes federales de la ciudad neoyorkina y de los espías yanquis y españoles, muy activos en aquellos tiempos. A partir de las evidencias halladas todo apunta a que el principal culpable fue Fernando López de Queralta, ingeniero nacido en Santiago de Cuba, quien alcanzó el grado de coronel en la Guerra de los Diez Años, durante la cual cumplió varias misiones como organizador de expediciones a la Isla. El general Serafín Sánchez, quien gozaba de toda la confianza de Martí, propuso a López de Queralta como encargado de dirigir el barco que los recogería a él y a Roloff en Cayo Hueso para conducirlos a las costas cubanas.

El 15 de diciembre, Martí envió un telegrama a Antonio Galindo —seudónimo del patriota Alejandro González— en el que lo citaba urgentemente para el siguiente día en el hotel St. Denis, de Nueva York, donde se hallaba hospedado.

Galindo fue enviado a Costa Rica con instrucciones precisas para el general Maceo. En la misiva dirigida al Titán de Bronce le decía: “Todo queda preparado a la salida de Alejandro, para la salida escalonada, y la llegada simultánea, de tres expediciones […] la de Serafín… queda sacada de manos de Queralta, y puesta en manos de un hombre enérgico y de habilidad suma […]”.1 Por esta comunicación se aprecia que ya el 16 de diciembre de 1894, fecha en que Martí se entrevista con Alejandro González, decide substraer de la operación a López de Queralta y hacer reajustes en las expediciones.

Ya separado de la expedición de Sánchez y Roloff y contraviniendo las orientaciones de Martí en relación con la necesidad de mantener suma discreción en las misiones que realizara, López de Queralta envió a la estación de trenes neoyorquina parte de las armas que aún tenía en custodia declarando el cargamento como artículos militares y, además, con las cajas de las cápsulas mal cerradas, por lo que algunas se abrieron dejando a la vista su contenido. El Delegado logró actuar con celeridad, al recogerlas y remitirlas a Fernandina por otra vía; pero esta experiencia no hizo más que ratificar la opinión desfavorable que ya se había hecho de Queralta. En carta a José Dolores Poyo, Martí, con su generosidad proverbial, lo califica a Queralta de “hombre inepto”;2 pero todo apunta a que era un espía de España, de Estados Unidos o de ambos gobiernos.

Para evitar males mayores, entre otras medidas urgentes, Martí decidió cambiar el orden de salida de los barcos. En el proyecto inicial el Amadís estaba destinado a recoger a Maceo; sin embargo, Martí decidió que fuera el Lagonda, que había arribado el 7 de enero de 1895 a Fernandina, el que debía ir a Costa Rica. Por eso, esta nave, con 20 cajas de las 150 de material de guerra que se guardaban en los almacenes de Borden, estaba a punto de zarpar cuando fue inspeccionada y requisada respectivamente los días 11 y 12 de enero de aquel año.

El revés de Fernandina fue un rudo golpe para el proyecto independentista, pues no solo se perdían valiosos recursos obtenidos con el esfuerzo de la emigración cubana, sino también todo el minucioso trabajo de organización realizado dentro y fuera de Cuba por Martí, así como el factor sorpresa, tan importante para el éxito de una insurrección. Sin embargo, lejos de frustrar la revolución, sirvió para que se conociera la organización y fuerza del PRC y la extraordinaria labor llevada a cabo por su Delegado, quien no se dejó amilanar por el revés y afirmó con entereza:

“Yo no miro lo que se ha deshecho, sino a lo que hay que hacer”,3 y escribió con optimismo: “Cuba, disciplinada, y con más fe. Las emigraciones por acá, mejor que nunca”.4

El 29 de enero de 1895, en el más riguroso secreto, Martí se reunió en Nueva York, en la casa de Gonzalo de Quesada, con Mayía Rodríguez, en representación del general Máximo Gómez; Enrique Collazo, a nombre de la Junta Revolucionaria de La Habana, y Gonzalo de Quesada, como secretario. Martí presidió aquella tensa reunión en la que, probablemente, se abordara otra vez el delicado tema del revés de Fernandina.

El Apóstol, luego de evaluar la situación en Cuba, apoyó la idea de continuar con los preparativos del reinicio de la guerra independentista.

te sería la del domingo 24 de febrero, por ser el primer domingo de carnavales, lo cual permitía que en los lugares de campo se pudiera transitar a caballo, en grupos armados, sin llamar la atención. De este modo, “fatalmente precipitado y descompuesto, aunque con impulso ya indetenible” —según expresión de Cintio Vitier—, comenzó la guerra necesaria tan minuciosamente preparada por Martí.5

Del fracaso del Plan de Fernandina emanan importantes lecciones, en tanto es y será un perenne recordatorio de la vigilancia que se debe mantener ante el imperialismo norteamericano, y ante la presencia de seres inescrupulosos y traidores, porque “[…] los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar”.6 Otra de las fundamentales enseñanzas de este fracaso es el valor El Delegado propuso y así se acordó redactar la Orden de Alzamiento, dirigida a Juan Gualberto Gómez Ferrer, así como otras para enviarlas a los jefes de Las Villas, Camagüey y Oriente.

Juan Gualberto recibió en Cuba los ejemplares de la orden en los primeros días del mes de febrero, de manos del tabaquero Juan de Dios Barrios. Luego de un riguroso análisis, los complotados decidieron que la fecha más convenien de sobreponerse a las dificultades, como sucedió con Céspedes después de la derrota en Yara; con Maceo en Baraguá, intransigente ante el Pacto del Zanjón; con Ignacio Agramonte, cuando ante el desaliento de algunos compatriotas cansados de la lucha declaró terminante que, a pesar de la falta de armas y municiones se seguiría combatiendo “¡Con la vergüenza!”; con el optimismo histórico de Fidel después de los reveses del Moncada y de Alegría de Pío; con el pueblo cubano, que ante las dificultades creadas por el bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de Estados Unidos, durante más de sesenta años ha resistido y trabaja para mantener las conquistas de la Revolución.

1 José Martí: “Carta al General Antonio Maceo”, Nueva York, [16 de diciembre de] 1894, en Luis García Pascual y Enrique H. Moreno: José Martí Epistolario, t. IV, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, p. 381.

2 José Martí: “Carta a José Dolores Poyo”, Nueva York, 17 de enero de 1895, en Luis García Pascual y Enrique Moreno: Ob. cit, t. V, p. 21.

3 José Martí: “Carta al general Máximo Gómez”, Nueva York, 19 de enero de 1895, en Luis García Pascual y Enrique Moreno: Ob. cit, t. V, p. 23.

4 José Martí: “Carta a Serafín Sánchez”, Nueva York, 29 de enero de 1895, en Luis García Pascual y Enrique Moreno: Ob. cit., t. V, p. 34.

5 Cintio Vitier y Fina García Marruz: Temas Martianos, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2011, p. 64. 6 José Martí: “Carta al director de La Nación”, 19 de diciembre de 1889, en ob. cit., t. 6, p. 46.

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