JOSÉ MARTÍ Y EL 1.O DE MAYO
Por María Caridad Pacheco González
La celebración del 1.o de mayo como Día Internacional de los Trabajadores ofrece un justo homenaje a los Mártires de Chicago, obreros que en 1886 se alzaron unidos en su demanda por la jornada de ocho horas y otras reivindicaciones laborales. Desde entonces, en muchas partes del mundo la clase obrera se manifiesta para exigir demandas y, en otras, para recordar con admiración y respeto a aquellos hombres y mujeres que lucharon para defender sus derechos.
En los turbulentos días del Chicago de 1886, José Martí, quien había nacido en el seno de una familia de trabajadores y fue él mismo un trabajador incansable, vivía su exilio norteamericano en la agonía incesante que para él representó la condición esclava de la Patria y en el cotidiano quehacer de la preparación de la Guerra Necesaria.
Suele decirse que José Martí vino a entrar en contacto con las luchas de la clase obrera durante su estancia en Estados Unidos entre 1881 y 1895. Eso no es del todo cierto. En España, según testimonio de Pablo Iglesias, fundador del Partido Obrero Socialista español, se interesó por los problemas sociales, asistió a reuniones obreras y estuvo en la redacción de periódicos avanzados,1 y entre 1875-77 —cuando pasó al exilio en Méxi-co—Martí colaboró en El Socialista y otros periódicos proletarios, escribió sobre los problemas que afectaban a los trabajadores aztecas y saludó las primeras organizaciones del movimiento obrero en ese país. Fueron tales los estrechos vínculos que unieron a Martí con los obreros mexicanos, que cuando estos celebraron su primer congreso, en marzo de 1876, lo eligieron delegado. Por aquellos días decía que los obreros “se levantan de masa guiada a clase consciente”,2 y promovía la acción unida de estudiantes y obreros. Todo esto lo preparó para analizar y comprender las luchas sociales en Estados Unidos en la década del ochenta.
El 1.o de mayo de 1886, doscientos mil trabajadores norteamericanos comenzaron una huelga obrera en Estados Unidos. El 4 de mayo, al terminar un acto organizado por los trabajadores de Chicago, en el Haymarket Square, la policía intentó dispersar a los manifestantes. Fue en ese momento que una bomba explotó en el lugar, ultimó a un oficial e hirió a otros uniformados.
Ello dio pretexto a la burguesía para iniciar una salvaje represión que incluyó el proceso contra ocho obreros anarquistas. Estos hechos fueron descritos, comentados y analizados profundamente por Martí, que si bien aceptó en principio la justeza del veredicto, de forma gradual y progresiva transitó hacia la solidaridad con los anarquistas condenados a muerte por el tribunal que los juzgó.
Este cambio de actitud se debió a la comprobación de que era imposible determinar la culpabilidad de los acusados, la actitud ejemplar y valentía de los obreros sentenciados, la solidaridad que despertó la causa dentro y fuera del país, y el hecho de que las clases dominantes so pretexto del proceso mutilaron y suprimieron libertades. De modo que su cambio de percepción acerca del acontecimiento y su solidaridad con los anarquistas condenados a muerte devino, además, en una lección magistral de honestidad, de ética periodística, de cómo el profesional de la prensa debe rectificar permanentemente en su acercamiento a la realidad.
La evolución del pensamiento social martiano en relación con el juicio y asesinato legal de los obreros de Chicago transita a la par que su discernimiento de cómo se comportan los acontecimientos.
Al principio, sus opiniones estuvieron sometidas a la influencia de la campaña oficial contra los obreros anarquistas; pero al examinar con hondura los hechos, llegó a conclusiones nuevas a favor de los encausados. Es una experiencia crucial en la que Martí sufrió un acelerado desarrollo de sus apreciaciones. El hombre que había manifestado siempre su rechazo a la violencia, expresó: “No es en la rama donde debe matarse el crimen, sino en la raíz. No es en los anarquistas donde debe ahorcarse el anarquismo, sino en la injusta desigualdad social que los produce […]”.3
Las crónicas martianas “Grandes motines obreros” (Nueva York, mayo 16 de 1886), “El proceso de los siete anarquistas de Chicago” (Nueva York, septiembre 2 de 1886) y “Un drama terrible” (Nueva York, noviembre 13 de 1887), recogen no solo la animadversión del presidente de ese país, Grover Cleveland, hacia el movimiento obrero; sino también un conocimiento profundo de la realidad estadounidense que, no solo determinó el surgimiento de un temprano y precursor antimperialismo en el pensamiento político de Martí, sino también radicalizó sus concepciones acerca de la democracia y en el terreno social. El aprovechamiento de estas lecciones aparece en el ensayo Nuestra América, publicado en enero de 1891, cuando señala que, para afianzar su independencia política, los pueblos latinoamericanos tenían que hacer causa común con los oprimidos.
En julio de 1889 se celebró un congreso en París, donde representantes de gran número de países adoptaron un acuerdo de trascendencia histórica que era celebrar el 1.o de mayo manifestaciones para luchar por la jornada de ocho horas y en 1890, se celebró por primera vez esa jornada internacional en Europa y en un reducido número de países de otros continentes, entre los cuales se encontraba Cuba.
Todo parece indicar que en 1894 se organizó un acto para celebrar el 1.o de mayo, y fue Fermín Valdés-Domínguez quien lo resumió de manera brillante. Por eso, no ha de extrañarnos la foma entusiasta y alegre en que Martí le escribió, ese año a su amigo Fermín: “[…] Muy bueno, pues, lo del 1.º de Mayo. Ya aguardo tu relato, ansioso”.4
1 Francisco Domenech: Obras, t. 3. Editorial Hispanoamericana, La Habana, 1949, p. 19
2 José Martí: “Función de los meseros…”, Revista Universal, México, 1875, en Obras Completas, t. 6, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 265.
3 José Martí: Otras crónicas de Nueva York, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, p. 80.
4 José Martí: “Carta a Fermín Valdés-Domínguez”, Nueva York, mayo de 1894, en Luis García Pascual y Enrique Moreno: José Martí. Epistolario, t. IV, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, p. 129.