JESÚS MONTANÉ OROPESA, DEL NÚCLEO FUNDADOR

Articulo Divulgativo
UNHIC – Cuba Historiadores – JESÚS MONTANÉ OROPESA, DEL NÚCLEO FUNDADOR

JESÚS MONTANÉ OROPESA, DEL NÚCLEO FUNDADOR

Por Marta Rojas, Periodista y escritora.

En el American Central School, de Isla de Pinos, el colegio americano en el cual estudiaba, fue donde Jesús Montané Oropesa dejó quizás su primera marca de joven patriota que en pocos años alcanzaría otro peldaño como revoluciona­rio: condiscípulos de él, en especial Dora Rives, han contado cómo Chucho lidereaba un grupo que defendía la bandera cubana. En ese colegio privado norteamericano, solo se izaba la ban­dera de Estados Unidos y él y los compañeros que aglutinaba, insistían con el director para que también se izara el pabellón nacional. Montané encabezó la campaña con denuedo y finalmente el director del colegio decidió colocar también nuestra enseña patria.

Jesús Montané —luego asaltante del Mon­cada—, estaba lejos de pensar que integraría el núcleo fundador del movimiento revolucionario clandestino que organizaría el joven abogado Fidel Castro Ruz, en el año del centenario de José Martí, para emprender la acción armada del 26 de julio de 1953. Para entonces, Jesús Montané era un hombre establecido con un cargo administrativo en la em­presa automovilística General Motors de La Haba­na y su amigo más cercano en el complejo de agen­cias importadoras ubicadas en la calle 23 e Infanta, era Abel Santamaría, trabajador de la Pontiac, los dos tenían filiación ortodoxa.

Se habían conocido antes del artero golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 perpetrado por el general Batista contra el gobierno constitucio­nal del presidente Carlos Prío Socarrás.

Le escuché contar a Montané, después del Moncada, que él y Abel acostumbraban a ir a un bar-café que se llamaba Detroit, cerca del traba­jo, en la calle Humboldt, para hablar de política y que el 10 de marzo de allí se dirigieron a la Uni­versidad esperando que aparecieran armas para combatir el “madrugonazo”; pero se sintieron frustrados porque no llegaron.

Pronto las reuniones comenzaron a tener un nuevo cariz. Pronto se unieron otros amigos como Raúl Gómez García, de un grupo de orto­doxos de Santos Suárez y el primer paso que die­ron fue publicar un periódico clandestino de una hoja, en un viejo mimeógrafo. Lo titularon Son los mismos y salió a partir de la primera quincena de abril de 1952 por tres ocasiones, a lo sumo, hasta que hicieron contacto con Fidel:

Ocurrió el 1.o de mayo de ese propio año duran­te un acto celebrado en el cementerio de Colón en homenaje a Carlos Rodríguez, un joven trabaja­dor que había sido asesinado por agentes de la Po­licía. Fidel no era un desconocido para Montané, ni para Abel, pues militaban en el mismo partido y se habían visto en Prado no. 109, local de la or­ganización política que fundara Eduardo Chibás Ribas. En cuanto a Montané, un año antes le ha­bía facilitado a Fidel la compra de un automóvil a plazos módicos.

Fue en el cementerio de Colón donde el doctor Fidel Castro le planteó la primera misión que ha­rían juntos, terminada la ceremonia en memoria de Carlos Rodríguez. Esta fue ir con Abel a visi­tar, en el municipio de Colón, a un médico orto­doxo aficionado a la radio, el doctor Mario Muñoz Monroy, a quien le encargaría dos plantas trans­misoras de radio para operarlas clandestinamen­te desde La Habana. Al mes ya tenían las plantas, aunque eran de un espectro muy limitado, muy pronto una fue detectada por la policía y tuvieron que descartar ese medio de propaganda.

En cuanto al periódico, Fidel propuso —y así lo hicieron— que era mejor unir los esfuerzos y ha­cer otro con el nombre de El Acusador, que consi­deraba un título mejor, más combativo. Montané firmaba con un seudónimo, como antes lo habían hecho él y sus compañeros. Fidel, igualmente, es­cribió con seudónimo. El periódico sería dirigido por Raúl Gómez García, bajo la orientación edito­rial del joven abogado Fidel Castro.

Se intensificó la labor clandestina y Montané es­taría entre los integrantes del Comité Civil del mo­vimiento revolucionario, que se conoce como de la Generación del Centenario, por el hecho de que nacía en el año del centenario del Apóstol. Bajo la dirección de Fidel, ese comité lo integraban: Abel Santamaría Cuadrado, Oscar Alcalde Valls, Ma­rio Muñoz Monroy y Jesús Montané Oropesa. Del Comité Militar, igualmente dirigido por Fidel, for­maban parte Abel Santamaría, Pedro Miret Prieto, Ernesto Tizol Aguilera, José Luis Tasende de las Muñecas y Renato Guitart Rosell.

También Chucho Montané, como lo llamaban todos, tuvo la responsabilidad de las finanzas, con Oscar Alcalde y otro compañero. Como de­claró en el juicio del Moncada, la recaudación entre los compañeros que integraban un contin­gente clandestino de poco más de mil jóvenes, reunió alrededor de veintidós mil pesos; pero no dijo —lo subrayó después Fidel— que el mayor aporte económico fue el del propio Montané, quien entregó el monto de sus ahorros y vaca­ciones, algo más de cuatro mil pesos.

Él estuvo entre los más preparados en las prácticas de tiro, así como en los estudios políticos que se realizaban en el apartamento de Abel y su hermana Haydée (25 y O), estratégicamente si­tuado y con la ventaja de que el edificio contaba con dos elevadores y dos entradas y salidas: una por O y otra por 25. Hoy el apartamento es un Museo que lleva el nombre de Abel Santamaría.

El 26 de julio, luego de la retirada de la posta tres al fallar el asalto por sorpresa, Montané si­guió a Fidel y otros compañeros hacia Siboney y de allí a las montañas alrededor de la Gran Pie­dra, durante la semana de la resistencia, hasta la detención.

[…] su expediente revolucionario fue exten­so: prisión en Isla de Pinos, preparación de la expedición en México; desembarco del Granma, nuevo juicio (causa 67) a los participantes en las acciones del 30 de noviembre y a los expedicio­narios que “milagrosamente” no fueron asesina­dos al ser detenidos, días después del desembar­co. De nuevo la prisión y luego de la Revolución triunfante las numerosas tareas de alta responsa­bilidad en el Gobierno y el Partido.

Un día le escuché decir en un acto celebrado en la Biblioteca Nacional: “Los momentos más felices de mi vida han sido los previos al asalto al Moncada y al desembarco del Granma”.

De carácter jovial, sin mengua de su actitud responsable, siempre fue asequible y disfrutaba con el contacto popular. Solía visitar el periódi­co Granma, pues se consideraba periodista, como pionero de la prensa clandestina con Son los mis­mos y El acusador.

A propósito de ello el Día del Periodista, en 1971, pronunció un discurso sobre el oficio, en el que dijo:

Nuestro periodismo es y será cada vez más periodismo político, en la misma medida en que hagamos periodismo cada vez más ameno y atractivo. Creo que este es un as­pecto muy importante que debemos des­tacar. Cabría aquí recordar nuevamente a Martí, “se ha de cuidar de la hermosura como de la libertad, porque las verdades mismas andan más de prisa por los caminos bien atendidos”.

* Tomado del periódico Granma, 15 de mayo del 2013.

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