Por Pedro Etcheverry Vázquez
El 8 de enero, apenas Fidel hizo su entrada triunfal en el territorio habanero, el pueblo lo recibió con júbilo. Camilo fue a su encuentro en El Cotorro y lo acompañó durante el resto del recorrido, portando su ametralladora Thompson y su pistola, siempre muy alerta y dispuesto a proteger a su jefe aun a riesgo de su propia vida.
Al arribar al cuartel de Columbia, Fidel pronunció un histórico discurso en el que expuso los problemas más acuciantes de la sociedad cubana y anunció el nuevo camino que iba a emprender la Revolución. En un momento determinado, dirigiéndose al valeroso jefe guerrillero, le preguntó: “¿Voy bien, Camilo?” y este, tal vez un poco sorprendido, respondió con su habitual sonrisa y un humilde gesto de afirmación. Así, de una forma natural y espontánea, surgió una frase que inmortalizó para la historia la confianza y la entrañable relación de amistad, respeto y admiración que existía entre ambos líderes.
El 21 de enero, Camilo fue designado jefe del estado mayor del Ejército revolucionario y el 18 de febrero, la prensa cubana informó la disolución del tenebroso Buró para la Represión de las Actividades Comunistas (BRAC), mediante un decreto firmado por él.