José Miguel Pérez, el maestro comunista

Articulos Cientificos

María Caridad Pacheco González

Un aspecto que enaltece de forma especial a José Miguel Pérez Pérez, el Isleño, como educador e intelectual integral es el modo en que, a pesar de no haber nacido en esta tierra, desarrolló en sus alumnos cubanos los valores éticos y el respeto a la tradición nacional. Ya en fecha tan temprana como el 2 de noviembre de 1922, apenas a un año de su llegada a nuestra patria, expresaba estas palabras que nos recuerdan a nuestro Apóstol: “Venimos a instruir por la ciencia y a educar para la libertad”.1

Nacido en Santa Cruz de La Palma, Islas Canarias, el 8 de diciembre de 1896, en el seno de una familia con modestos recursos, debió abandonar sus estudios de bachillerato cuando su padre quedó imposibilitado de trabajar. Muy pronto fue llamado a cumplir con el servicio militar y, después de concluirlo, vuelve a procurarse un empleo. Para esa época, militaba en Juventud Republicana y comenzaba a abrazar las ideas más progresistas y radicales. También probaba fuerza en el periodismo y en la poesía, escribiendo artículos y versos en el periódico local.

En la década del veinte, cuando no pudo hallar un trabajo decoroso que le permitiera aportar al sustento familiar decidió, como muchos de sus coterráneos, marchar a Cuba para reunirse con dos de sus hermanos mayores que se encontraban trabajando en la provincia de Oriente. Desembarcó en el puerto de La Habana en los primeros meses de 1921.

A los pocos días de su llegada a Cuba, estableció contacto con numerosos dirigentes obreros y con intelectuales revolucionarios, y después de una breve estadía de trabajo en la provincia oriental, decidió su traslado definitivo a la capital, donde estableció estrecha amistad con Alfredo López Rojas, Alejandro Barreiro Olivera, Carlos Baliño y Julio Antonio Mella.

Dada su condición de maestro, comenzó a trabajar en la escuela privada Santo Tomás, ubicada en la calle Reina; pero muy pronto renunció al empleo que le brindaba seguridad y una entrada rentable, para comenzar a impartir clases en la Escuela Racionalista, creada por la Federación Obrera de La Habana (FOH), donde recibían clases los hijos de los obreros y algunos afiliados.

La FOH fundó esa escuela Racionalista el 4 de octubre de 1922 y nombró como director a José Miguel Pérez, quien contó en el claustro con personalidades de enorme experiencia y trayectoria como Carlos Baliño y José Peña Vilaboa.2 Escuelas como esta se constituyeron en todo el país, patrocinadas por organizaciones sindicales que las sostenían a través de colectas de los trabajadores.

La Escuela Racionalista partía de un programa de instrucción general que incluía asignaturas tales como Historia, Aritmética, Lectura, Gramática, Redacción de cartas y análisis, Ortografía, Nociones de Astronomía, Fisiología e higiene, entre otras. Algunas horas las dedicaban a conferencias, excursiones y talleres, que propiciaban la profundización de los conocimientos en los estudiantes. Disponía de una biblioteca que abría de 7.00 a 10.00 de la noche para que los trabajadores tuvieran acceso a sus fondos. Los alumnos se vinculaban, además, a la realización de actividades políticas y se formaban en la capacidad de pensar por sí mismos y en el amor al razonamiento.

Los resultados de su labor formadora y de sus métodos pedagógicos, originales para la época, se ponen de manifiesto en los testimonios de sus alumnos, algunos de los cuales recordaban años después que el joven maestro exigía disciplina sin abandonar la ternura en el trato y aplicaba métodos educativos novedosos, mediante los cuales se les instruía en la historia del movimiento obrero.

Su dominio de la teoría y su experiencia pedagógica permitieron que José M. Pérez aprovechara al máximo su tránsito por la enseñanza racionalista, para profundizar en la formación de sus alumnos y ello explica, en parte, la fervorosa devoción que estos le dispensaron.

Pérez pronunció dos conferencias en el Liceo del Cerro en junio de 1923 bajo el título de “Palabras de un maestro” y en estas, le atribuye a la educación una gran importancia no solo en el orden científico-técnico, sino también en la formación cultural en su sentido más amplio y definitivo, que fomenta el libre desarrollo de los seres humanos identificados con sus raíces y valores autóctonos, al mismo tiempo que rechaza el modo con que el régimen niega a los desposeídos el derecho de acceder a la cultura. Por ello, en una conferencia que dictó en el Centro Obrero explicó las razones por las cuales la clase obrera estaba obligada a adquirir una sólida cultura:

¿De qué razón nos valdremos para convencer a muchos compañeros de que los problemas de la cultura son problemas que caen dentro de la revolución social, que la cultura es revolución, que la ciencia es revolución, que el arte es revolución, que la historia es revolución?3

Así, no resulta casual que se incorporara al proyecto lidereado por Mella para convertir los centros de educación superior en una fragua de cultura e influir directamente en la vida social a través de la creación de la Universidad Popular José Martí, primer intento de universalización de la enseñanza en nuestro país y primer intercambio de conocimientos entre proletarios e intelectuales que habría de elevar a planos superiores la lucha revolucionaria en Cuba.

En el congreso constitutivo del primer Partido Comunista de Cuba, que sesionó durante los días 16 y 17 de agosto de 1925, se adoptó el acuerdo de crear un comité educacional compuesto por tres miembros que estarían encargados de impartir clases y conferencias para coadyuvar a la educación de los militantes. El Isleño fue elegido para integrar dicho comité junto a Mella y Alfonso Bernal del Riesgo. Al integrarse el Comité Central de ese primer partido marxista-leninista cubano, José Miguel Pérez Pérez fue elegido su secretario general. A los pocos días fue detenido y deportado a su país de origen; en la protesta de los alumnos de la Escuela Racionalista ante su deportación, se manifestaba:

El profesor José Miguel Pérez ama la justicia, la ciencia y, sobre todo, el magisterio. Para nosotros siempre tenía palabras de aliento y la luz de los conocimientos nos la daba pródiga. Quería ser querido de todos y lo era. Quería que todos fuésemos útiles a la sociedad sin mezquinos egoísmos, sin ruindades y nos orientaba noblemente. Por eso ahora, al ser violentamente arrancado de su hogar y de su escuela, sus alumnos protestamos, pues el atentado va dirigido contra el hombre que piensa, contra la ciencia que emancipa, contra el padre enamorado de su hogar digno y contra el compañero de los oprimidos.4

No resulta circunstancial el hecho de que, tanto en Cuba como en Canarias, José Miguel Pérez conjugara su actividad política con la docente. En La Palma fundó el Partido Comunista del cual fue elegido secretario general y, junto a la creación del periódico Espartaco, fundó una escuela elemental mixta, en la cual continuó la labor pedagógica que había iniciado en Cuba.

Conocido como “el maestro comunista”, fue una de las figuras más destacadas en la historia de los movimientos sociales en Canarias y Cuba durante el primer tercio del siglo xx. Participó, asimismo, en la resistencia al golpe militar de Francisco Franco en La Palma durante el periodo conocido como Semana Roja. Fue detenido por ello y conducido a Tenerife, donde se le condenó a muerte. El 4 de septiembre de 1936 fue fusilado por los golpistas en el Barranco de El Hierro.5 Contaba con 39 años de edad.

Poco antes de ser llevado frente el pelotón de ejecución, dirigió a su esposa, la cubana Sarah Pérez García, unas breves líneas en las que resumió, sencilla y serenamente, sus convicciones éticas y políticas: “Muero tranquilo y en mi puesto de siempre”. Su muerte física no impediría, como fue el propósito de sus asesinos, la permanencia de su pensamiento —eterna poesía de amor y de lucha—, que continuará alumbrando el camino del ser humano en sus dos patrias.

1 Nueva Luz, La Habana, 2 de noviembre de 1922.

2 Destacado líder obrero y comunista; miembro del Gremio de Pintores, Decoradores y Doradores.

3 José Miguel Pérez: “La cultura y la vida”. Justicia, La Habana.

4 Nueva Luz, La Habana, no. 90, 5 de septiembre de 1925.

5 Durante la Guerra Civil Española fue escenario de fusilamientos perpetrados por las nuevas autoridades franquistas.

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