El 24 de febrero comenzó la guerra necesaria, la que con celo había preparado Martí nucleando alrededor del Partido Revolucionario Cubano a los cubanos. Todo estaba listo y, en el último minuto, con el fracaso de Fernandina, pareció que todo se perdía; pero no fue así: a pesar de las difíciles circunstancias que hubo que enfrentar, los anhelos de un pueblo y la voluntad de sus líderes echaron a andar la revolución.