Por Angelina Rojas Blaquier*
La historia de la tierra cubana, desde sus albores, ha estado matizada por figuras femeninas, eficaces contribuyentes en el largo y difícil camino hacia la conquista de la plena independencia nacional. Esa realidad incuestionable fue descrita, precisada, definida por José Martí cuando dijo en una de sus múltiples apreciaciones: “Se ordena ya el gran sacrificio, y es justo que se apresuren a premiarlo las mujeres, que son su corona natural”.2
“Solo tengo una vida y quiero vivirla comprometida con las causas de los hombres.
Soy muy afortunada, tengo un concepto real del mundo”.1
Entre ellas se destaca Sarah Pascual Canosa, mujer que llenó con sus luchas el acontecer revolucionario durante gran parte de siglo XX cubano. Nacida en La Habana, el 29 de noviembre de 1904, se mantuvo viva y actuante hasta el 1.o de septiembre de 1987, cuando una breve pero implacable enfermedad no le dejó tiempo para más.
Se vinculó a la lucha popular revolucionaria en las aulas universitarias. Como estudiante de Derecho, coincidió, entre otros, con Rubén Martínez Villena y Julio Antonio Mella. Con ellos compartió impaciencias y anhelos por transformar las condiciones económicas y sociopolíticas de la patria.
Por aquel entonces, interiorizando la prédica marxista-leninista de Rubén, tanto ella como Mella asumieron el concepto de que en la lucha contra los yanquis, la fuerza obrera debía ser la clase dirigente, rol que no podían asumir los estudiantes. Ellos no podían ser una clase, entre otros factores, porque la transitoriedad lo impedía.
Presente en el Congreso Nacional de Estudiantes en 1923, fue fundadora de la Universidad Popular José Martí, que representó la unión de lucha de estudiantes, intelectuales y obreros. En ella Sarah se destacó como profesora de los trabajadores, no solo en las aulas creadas en la Universidad, sino en las que funcionaron en centros de trabajo pertenecientes a varias federaciones obreras: también en la Sociedad de Torcedores, en territorios como Guanabacoa, Regla, San Antonio de los Baños, y hasta entre colectivos de campesinos, trabajadores de ingenios, etc., en distintos lugares del país. Muy destacada fue su labor en sitios tan lejanos como Media Luna, Palma Soriano y Bayamo. Gigantesca tarea para la que siempre recibió el respaldo del dirigente obrero tipógrafo Alfredo López.
Durante aquellos primeros años, Sarah, quien además de abogada, llegó a hacerse periodista e importante orientadora política, se incorporó al Partido Comunista de Cuba en 1927, con lo que se convirtió en la primera mujer que militaba en sus filas. Como parte de su accionar contra Gerardo Mechado, colaboró con Villena en la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y en la fundación de la Liga Juvenil Comunista, tareas que compartió con la de ser fundadora y primera secretaria general de la organización Defensa Obrera Internacional (DOI), sección cubana del Socorro Rojo Internacional, creada en 1930.
Sufrió prisiones por su actividad revolucionaria pero nada menguó su quehacer.
En su condición de periodista, formó parte del consejo de redacción de la revista América Libre, fundada por Martínez Villena en 1927, en la que compartió labores con Jorge A. Vivó, Gustavo Aldereguía, Raúl Roa y José Antonio Fernández de Castro, también miembros del claustro de la Universidad Popular. Fue una revista mensual, de índole latinoamericanista y antimperialista, que recogió algunos de los artículos que Mella elaboró durante su exilio mexicano. Solo logró existir y circular entre abril y julio de ese año.
Los cambios en el mundo y en Cuba desde finales de la década del treinta le abrieron las puertas del periódico Noticias de HOY en 1938. Sarah fue la responsable de su página femenina, caracterizada por su excelente calidad en concepción y contenido, al tiempo que escribía regularmente algunos de sus editoriales, mediante los cuales desarrolló un importante trabajo ideológico.
Siempre estuvo vinculada al trabajo con y para las mujeres. Ya en 1927 estuvo en la organización y dirección del Comité en Defensa de la Obrera, creado por la CNOC a iniciativa de Villena; trabajaba en aquellos sindicatos donde existía un crecido número de mujeres. También participó en la actividad de solidaridad con la República Española y durante los años de enfrentamiento al fascismo devenido durante la Segunda Guerra Mundial desplegó una intensa actividad de respaldo a los frentes de guerra.
En 1942 fue delegada del Partido ante el Ministerio de Defensa Civil; se destacó particularmente en la organización del Servicio Femenino para la Defensa Civil y las acciones por la incorporación de las mujeres a este. Desde allí, junto con Mirta Aguirre, logró elaborar y publicar una revista sencilla de divulgación y propaganda antifascista, así como folletos con biografías de patriotas cubanas. Terminada la guerra, asistió como delegada al congreso constituyente de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), celebrado en París en 1945; allí fue elegida como miembro de su Secretariado.
En cumplimiento de los acuerdos del congreso de la FDIM, en 1946 integró, junto a otras compañeras, el Comité Gestor pro Congreso Nacional Femenino, que finalmente se realizó en 1948 y concluyó con la fundación de la Federación Democrática de Mujeres Cubanas. Entre sus acuerdos, la dirigente comunista femenina Sarah Pascual, fue elegida miembro del Comité Ejecutivo Nacional y su presidenta en La Habana.
En 1951, ya en tiempos de la guerra fría, a su regreso de una reunión del Ejecutivo de la FDIM en Berlín oriental, fue detenida en el aeropuerto, conducida al Buró de Investigaciones y posteriormente a la cárcel de Guanabacoa; logró salvar la información que traía del Congreso, pues venía preparada para esa eventualidad y entregó el maletín a una de las compañeras que la recibió. Posteriormente, por su condición de concejal de La Habana, fue liberada.
Poco después se produjo el golpe militar de Fulgencio Batista y Sarah Pascual estuvo entre las primeras mujeres que se pronunciaron contra el régimen de facto y sus medidas proimperialistas, entre ellas, el acuerdo de creación del Canal Vía Cuba, del que, en definitiva, la oposición generalizada impidió su realización.
Como dirigentes de la FDMC Sarah, Nila Ortega y otras compañeras dieron su respaldo a varias integrantes de la organización de Mujeres Martianas detenidas en Guanabacoa; visitaron en el hospital a Juan Pedro Carbó Serviá, Fructuoso Rodríguez, Camilo Cienfuegos y otras víctimas de la represión por las protestas de diciembre de 1955.
Desde entonces, Sarah se entregó a la organización de las Mujeres Oposicionistas Unidas, asociación con excelentes resultados en la lucha contra Batista, en especial, mediante manifestaciones de protesta, declaraciones de denuncia y preocupación por la suerte de los presos políticos cuando ellas mismas no estaban detenidas. También colaboró en la tarea del Partido de enviar todo tipo de ayuda a los frentes guerrilleros, donde también había una digna representación de la mujer cubana.
Tras el triunfo revolucionario de 1959 se reincorporó a su labor en el periódico Hoy, legalizado en los primeros días de enero; trabajó como coordinadora del Ballet Nacional de Cuba y realizó una encomiable actividad en el Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, junto a Juan Marinello. También aportó todo su saber y experiencia intelectual y de vida en el Instituto Julio Antonio Mella y en el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba.
Con una vida sin pausa entregada a la revolución, en el momento de su fallecimiento ostentaba la condición de fundadora del Partido Comunista de Cuba, la Orden Mariana Grajales, la Medalla XX Aniversario de las FAR y la Medalla de Combatiente de la Lucha Clandestina.
*Dra. en Ciencias Históricas. Autora y coautora de varias obras dedicadas al estudio del movimiento obrero y comunista.
1 Palabras que Sarah dijo a Mella en una conversación.
2 José Martí: “Carta a Clara Camacho”, 30 de agosto de 1893, en Obras completas, t. 2, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 391.
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