Por María Caridad Pacheco González
En el año 1923 ocurrieron hechos relevantes relacionados con la Reforma Universitaria en Cuba. El 10 de enero apareció el “Manifiesto de la Federación Estudiantil”, en el que se planteaban las principales reivindicaciones de la Reforma, como eran la autonomía en asuntos económicos y docentes, y la erradicación de los procedimientos arcaicos que imperaban en la Universidad.
El día 12, se efectuó una asamblea convocada por la Federación de Estudiantes en la que participaron, además, el rector, los profesores progresistas y más de tres mil estudiantes. Ante la posibilidad de que el Consejo Universitario cerrara la Universidad para detener el conflicto estudiantil, la Federación resolvió decretar la clausura de la Universidad y el 15 de enero los estudiantes, lidereados por Julio Antonio Mella, tomaron por asalto el recinto universitario, dispuestos a volarlo en mil pedazos antes que rendirlo.
Quedó constituida una comisión mixta el día 22, que debía resolver los problemas universitarios; estaba integrada por seis estudiantes y seis profesores, y presidida por el rector.
El 24 de enero, los estudiantes, encabezados por el Directorio de la FEU, marcharon junto al rector y un numeroso grupo de profesores hacia el Palacio Presidencial para presentar al Ejecutivo un pliego de demandas que incluía, entre otras, la autonomía universitaria y la restitución de los fondos indebidos apropiados por el gobierno.
La Asamblea Universitaria fue creada el 17 de marzo y quedó integrada por 30 profesores, 30 alumnos y 30 graduados. Funcionó hasta 1925 cuando sería disuelta por el dictador Gerardo Machado Morales.
Como culminación, del 15 al 28 de octubre, tuvo lugar el primer Congreso Nacional de Estudiantes, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Fue organizado por el líder revolucionario Julio Antonio Mella, con la aprobación unánime del directorio de la Federación Estudiantil Universitaria. Asistieron 128 delegados de 33 instituciones, en representación de la Universidad, centros de enseñanza media, colegios privados y la prensa estudiantil. Con el lema “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”, el cónclave expresó su reconocimiento a la obra del sabio cubano Carlos Juan Finlay Barrés y se declaró a favor de la enseñanza científica y experimental.
Se pronunció, además, por la realización de una campaña nacional de alfabetización y acordó un rotundo rechazo a la Enmienda Platt, apéndice constitucional impuesto a Cuba por el gobierno de Estados Unidos. Entre los resultados más relevantes del encuentro estudiantil figura la creación de la Universidad Popular José Martí.
A juicio de Raúl Roa García, este foro fue “la más alta y perdurable contribución del movimiento revolucionario de 1923 al proceso de la Reforma Universitaria en América”.1
Estos hechos no hacen más que corroborar la existencia, a partir de 1923, de un movimiento estudiantil independiente que, a diferencia de los acontecimientos que tuvieron lugar antes de esa fecha, no se proyectó aisladamente, sin interrelación ni unidad de objetivos, sino que logró integrar a los jóvenes estudiantes de diferentes tendencias ideológicas en un extraordinario movimiento que alcanzó carácter nacional.
Por primera vez, el sector estudiantil logró encauzar un movimiento organizado de la juventud con un programa propio, que reflejaba sus principales demandas y aspiraciones y se insertó, de forma activa, en las luchas revolucionarias de su pueblo.
Julio Antonio Mella había descollado desde sus inicios, no solo por ser el inspirador de este movimiento, sino porque perfiló un programa, además de una estrategia y una táctica, que coadyuvarían a la profundización de la Revolución Universitaria. Fue mérito suyo advertir a tiempo que era imposible llevar adelante una reforma docente en un país dependiente económica y políticamente del imperialismo.
Él comprendió que era puro idealismo realizar la renovación de la enseñanza tan solo con el logro de determinadas reivindicaciones docentes, sino que era necesario transformar por completo el sistema socioeconómico y político, que engendraba las contradicciones y agudizaba los conflictos sociales. Como ha expresado Blas Roca Calderío: “El aula universitaria es el campo inicial de combate de Mella, donde convence con su palabra, contagia con su energía y encuentra el camino del proletariado para unir la demanda de la reforma universitaria a la causa de la revolución social, la rebeldía estudiantil a la lucha obrera”.2
La trascendencia del primer Congreso Nacional de Estudiantes estuvo dada, entre otros factores, por el logro de acuerdos unitarios, en un cónclave donde existía heterogeneidad en la composición ideológica de la masa estudiantil, por el grado de politización de una parte importante del estudiantado y sus pronunciamientos abiertamente antimperialistas y la solicitud de reconocimiento al país que inició por primera vez en el mundo la construcción del socialismo. A estos factores habría que añadir el apoyo brindado por la clase obrera y otros sectores progresistas del país. Figuras como Carlos Baliño López y Alfredo López Arencibia brindaron su respaldo al estudiantado en tan noble empeño.
Ejemplo de ello fue la respuesta dada por la Sociedad de Torcedores a los estudiantes universitarios cuando estos fueron a recabar su apoyo a la huelga que llevaban adelante, pidiendo reformas al sistema defectuoso en que ejercía la enseñanza el primer centro docente de la Isla. El periódico Justicia expresaba en esa ocasión: “En cuanto al movimiento estudiantil, lo consideramos un éxito; la opinión pública está con ellos, las innovaciones con vistas al progreso, siempre encontrarán adeptos.
¡Adelante! Y ojalá que pronto podáis celebrar el triunfo de vuestra huelga”.3
En ese Congreso, Mella promovió la Universidad Popular José Martí que inició, el 3 de noviembre de 1923, las clases en las facultades de Filosofía y Letras y Derecho de la Universidad de La Habana, a la que ingresaron más de quinientos trabajadores, en su mayoría jóvenes obreros. De 1923 a 1927, cuando fue clausurada por el régimen machadista, la Universidad traspasó las fronteras universitarias y se instaló, entre otros lugares, en la Sociedad de Torcedores.
Consciente del importante papel que esta Universidad desempeñaba en la formación ideológica de la clase llamada a encabezar la lucha revolucionaria, Mella escribió en la Revista Juventud:
La Universidad Popular José Martí, como cualquier otro centro docente similar, no es el arma definitiva y única con que el pueblo cuenta para su emancipación. Estamos muy lejos de realizar tal afirmación, pero creemos que cada organismo nuevo que se dedique a laborar por la emancipación de los hombres ha de ser muy útil. Así las Universidades Populares. Ellas destruyen una parte de las tiranías de la actual sociedad: el monopolio de la cultura”.4
* Tomado de María Caridad Pacheco, Orlando Cruz Capote y Humberto Fabián Suárez: Apuntes para la historia del movimiento juvenil cubano, Editora Abril, La Habana, 1987.
1 Erasmo Dumpierre: J. A. Mella, biografía, Editorial de Ciencias Sociales, la Habana, 1977, p. 65.
2 Blas Roca: “En el 50 Aniversario del primer partido marxista-leninista de Cuba”, en El Militante Comunista, agosto de 1975, p. 3.
3 Justicia, 13 de enero de 1923, p. 2.
4 Julio Antonio Mella: “El nuevo curso de la Universidad Popular”, en Mella. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 127.