PINO DE BAIRE: MEMORABLE COMBATE POR LA LIBERTAD

Articulos Cientificos

Por Aldo Daniel Naranjo Tamayo

De las maniobras de la columna del  coronel Quirós para  llegar hasta Bayamo fueron avisados a tiempo Mármol y Céspedes, quienes comenzaron a tomar medidas para contenerla y rechazarla. Por  eso  el 20 de octubre,   en la tarde,  ya tenían concentrados  sobre  el sector de Jiguaní más de 2 000 patriotas.

Mucha alarma causó entre los bayameses, en la mañana del jueves 22  la noticia de que la columna española del coronel Quirós llegó al poblado de Baire. Por la tarde Céspedes  recibió en su oficina en el Ayuntamiento al general Perucho Figueredo y al diputado Lucas del Castillo, acompañado del comandante Benjamín Ramírez, quien había quedado cuidando el camino de La Redonda, después del combate de Babatuaba. Ahora tenía bajo su mando una  fuerza de 70 hombres, a los que había disciplinado, pero carecía de armamentos de fuego. Ordenó Céspedes a Figueredo que le entregara a Ramírez 60 carabinas Miniet y le ordenó que saliera con su unidad para Jiguaní a auxiliar a Marcano, Mármol y Gómez en la lucha contra  la agrupación colonialista de Quirós.[1]

De igual manera  Céspedes armó a la partida del capitán Rafael Milanés y los despachó para los  inminentes combates en el sector de Jiguaní.

Previendo el caso de tener que aumentar las tropas, aunque con las que contaba  hasta ahora podía batir al enemigo, el 24 de octubre decretó el Servicio Militar Obligatorio. Debían  presentarse a las autoridades desde ese momento todos los hijos del país comprendidos  entre los 18 y 40 años de edad para formar filas del Ejército Libertador y movilizarse a los sitios  necesarios.

Por su parte, los de 40 a 60 años de edad también debían enrolarse en la lucha para prestar los mismos servicios, haciendo la salvedad de que no podía movilizarse para ningún punto. Es decir, constituían una reserva estratégica de la Revolución.

Ley de obligatorio cumplimiento, estableció que el que no se presentara en el plazo de 72 horas sería considerado como sospechoso y castigado con todo el rigor de las ordenanzas.[2]

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[1]Benjamín Ramírez Rondón: Memorias de la guerra del 68 (Inédita), p. 7.

[2] Carlos Manuel de Céspedes: Escritos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, l982,  t.1, p. 120.

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