La destacada profesora y escritora cubana, quien fue directora de la Escuela de Historia, ofrece algunos criterios acerca del pasado, el presente y el futuro de la profesión.
Los historiadores siempre hemos afirmado que el trabajo de investigación histórica es enriquecedor de la docencia. ¿Cómo ambas funciones se han complementado en su carrera?
Yo no concibo la investigación sin la docencia. Cuando enseñas a nivel universitario, proyectas tus ideas, tus hallazgos y los confrontas. La visión del otro siempre te enriquece. La vinculación con el aula te obliga a una permanente actualización teórica y metodológica, a estar al día en las discusiones internacionales y, lo que es más importante, a mantener una mente joven y fresca. Siempre repito que la edad, más que cronológica, es una actitud mental ante la vida.
Mis temas de investigación no han estado influidos por la docencia. Creo que, de una forma u otra, he seguido un hilo conductor que ha tenido que ver con mi formación y mis intereses personales. Llegué a los estudios de la esclavitud moderna por mi formación teórica en la esclavitud clásica. Llegué al estudio de las capas populares a partir del estudio de las elites. Me introduje en la historia social, porque considero que solo si se profundiza en sus temas se pueden encontrar explicaciones para una historia política más cabal.
Partiendo de su experiencia anterior en los diseños de planes de estudio, ¿cómo evaluaría el panorama universitario actual, especialmente en la carrera de Historia? ¿Tiene algunos consejos para contribuir a la formación del historiador en la actualidad?
La formación actual de los historiadores debe ser repensada. Años atrás, el nivel de ingreso era otroy teníamos dos años de especialización. De hecho, cuando se graduaban como licenciados, tenían el nivel que en la actualidad tiene un máster. Después se eliminó la especialización, al considerar que los graduados debían tener un nivel general de formación. Creo que la enseñanza universitaria tiene que pensarse como sistema, que las maestrías debe suceder de inmediato a las licenciaturas y ser continuadas seguidamente en los doctorados curriculares, lo cual implica un rejuvenecimiento de los profesionales que acceden al posgrado.
Habría que pensar en una carrera de Ciencias Sociales que tuviera años básicos para la formación de sociólogos, antropólogos, arqueólogos, historiadores y que, a partir de un año, que pudiera ser el tercero, se continuaran estas especializaciones, que cada vez se enlazan más. Un historiador actual tiene que tener una sólida formación en diversas ramas de las ciencias sociales.
¿Cómo evaluaría a la historiografía cubana de los últimos 20 años? ¿Qué le augura a la ciencia histórica cubana del futuro?
Considero que nuestra historiografía goza de muy buena salud. En los últimos 20 años, a pesar de las dificultades, se han publicado excelentes libros y, lo que es mejor aún, con un reemplazo generacional que destaca por su calidad. Lamento, sin embargo, que sea poco conocida a nivel internacional. Para su mayor divulgación pudieran hacerse esfuerzos en el canje de libros, que beneficiarían a todas las partes involucradas.
Con respecto al futuro de la historia, y muy a pesar de los posmodernistas desde Francis Fukuyama hasta Keith Jenkins, que decidieron que había terminado, vemos, sin sorpresa, que goza de excelente salud y que seguirá tratando de reconstruir el pasado, para explicar el presente y alertar, ya que no proyectar, cuestión que sería sumamente atrevida, el future. 1 Fragmentos tomados de Mercedes García Rodríguez: “María del Carmen Barcia: una historia con tres amores”, en Juventud Rebelde, 6 de febrero del 2010.
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