La etapa más feliz de Tamara

Articulo Divulgativo Historia

Por María Caridad Pacheco González

Secretaria de Divulgación y Relaciones Públicas de la Unhic.

El 31 de agosto de 1967 cayeron en Vado del Yeso, territorio de Bolivia, los combatientes in­ternacionalistas Juan Vitalio Acuña Núñez, Gus­tavo Machín Hoed de Beche, Israel Reyes Zayas, Moisés Guevara Rodríguez, Walter Arencibia Ayala y Apolinar Aquino Quispe. Freddy May-mura Hurtado fue hecho prisionero y asesinado posteriormente. Entre los caídos también se en­contraba una mujer de 29 años que posteriormen­te fue identificada como Tamara Bunke Bider.

Haydée Tamara había nacido el 19 de no­viembre de 1937 en Buenos Aires, Argentina, de padre alemán y madre judía rusa, comunis­tas ambos que habían huido de la persecución nazi. Tamara y su hermano Olaf crecieron en un ambiente de lucha antifascista, de ayuda a refu­giados y reuniones clandestinas. En 1951, cuan­do tenía 14 años, la familia viajó a la República Democrática Alemana, de gobierno socialista, y allí la joven se integró a la Juventud Libre Alema­na. Luego estudió en la Facultad de Letras de la Universidad Humboldt, y con solo 18 años co­menzó a militar en las filas del Partido Socialista Unificado de Alemania. Pero Tamara no olvidó su Argentina natal, ni Latinoamérica y siguió de cerca todos los acontecimientos acaecidos a sus pueblos, en particular, el triunfo de la Revolu­ción Cubana.

La pequeña Ita

De pequeña, sus padres le decían Tamarita, di­minutivo de Tamara; pero ella solo sabía pro­nunciar las últimas letras y, por esa razón, siem­pre le dijeron Ita, incluso ella firmaba sus cartas con este apelativo. A través de sus casi 30 años de vida debió adoptar personalidades y nom­bres distintos como Vittoria, Marta y Laura; pero la combatiente internacionalista que siguió la ruta del Che por la selva boliviana pasó a la historia como Tania la Guerrillera, nombre que asumió en homenaje a la heroína soviética Zoya Kosmodemiánskaya, joven guerrillera, símbolo de la lucha contra el fascismo, que torturada e interrogada sin piedad, la única información que reveló al enemigo fue su seudónimo Tania.

La Revolución Cubana

En 1957, durante el Festival Mundial de la Juven­tud y los Estudiantes, celebrado en Moscú, entró en contacto con los delegados cubanos y supo cómo se estaba desarrollando la lucha guerrillera encabezada por Fidel Castro en la Sierra Maestra, donde se encontraba un argentino llamado Ernesto Guevara, a quien considera­ban comunista.

Durante este periodo, Tamara se iba relacionan­do cada vez más con la Revolución Cubana, que apoyaba a través de campañas de solidaridad, artículos publicados en la prensa y conferencias. Después del triunfo de enero de 1959, esta activi­dad se intensificó y, justo ese año, trabajó con la primera delegación cubana que llegó a la RDA, teniendo como miembros a Antonio Núñez Ji­ménez y Orlando Borrego, entre otros. Poco después conoció al Che, quien viajó a la RDA al frente de una delegación comercial. En 1961, te­niendo todo preparado para volver a su país na­tal, recibió una invitación para viajar a Cuba, de modo que el 12 de mayo, llegó a la Isla invitada por el Ballet Nacional de Cuba de la mano de su directora, Alicia Alonso.

Cuba en el corazón

Al llegar a Cuba, comenzó sus estudios de pe­riodismo en la Universidad de La Habana; tra­bajaba en el Ministerio de Educación, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, Radio Ha­bana Cuba y en la dirección nacional de la Fe­deración de Mujeres Cubanas. Desde el primer día se integró a la vida política y social del país, se inscribió en las milicias y comenzó a colabo­rar con la sección de base de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, a la que aportó su experien­cia anterior en la Juventud Libre Alemana. En el Ministerio trabajaban varios extranjeros que no participaban en las actividades, uno de ellos cri­ticó a Tamara por haber ingresado en las milicias no siendo cubana; ella se encolerizó y respondió de manera martiana que el deber de todo revo­lucionario era comportarse como tal dondequie­ra que estuviere, no importaba el país. También fue alfabetizadora, pues, al saber que carecían de maestro unos soldados rebeldes que no sabían leer y escribir, les dio clases.

En 1963, comenzó un riguroso entrenamiento operativo para el trabajo de inteligencia, que la capacitó para cumplir complicadas y arriesga­das misiones, vivir clandestinamente, recopilar información, soportar en silencio todos los pade­cimientos y vivir sin poder compartir tampoco las alegrías revolucionarias, como la entrega del carnet de militante del PCC y su amor comparti­do con un cubano.

En su interior todo se transformó. Tamara que­dó atrás y nació Tania, la que luego sería, junto al Che, la heroica guerrillera de las selvas boli­vianas. El 31 de agosto, ya anochecía cuando la pequeña columna llegó al río Masicurí e inició el cruce del vado. Solo habían avanzado unos me­tros cuando comenzó el tiroteo. Entre los caídos en esta acción se encontraba Tania. Sus restos, identificados y trasladados a Cuba en 1998, re­posan en el mausoleo de la Plaza de la Revolu­ción Ernesto Guevara, en Santa Clara, junto a los del Che y demás guerrilleros inolvidables.

En diciembre de 1998 Nadia Bunke, arribó a la Isla, tras recibir en Alemania la noticia ofi­cial acerca del hallazgo de los restos de su hija y de su traslado a La Habana. La reconfortaba el hecho de que reposaría para siempre en Cuba. Antes de conducir el féretro al Memorial Ernes­to Che Guevara junto al de otros guerrilleros in­ternacionalistas caídos en Bolivia, se le consultó bajo qué bandera debían llevarse los restos de su hija y, sin dudar, Nadia respondió que bajo la bandera cubana, pues Cuba era su otra patria, por la cual había combatido, y había recibido el honor de ser admitida en el Partido Comunista.

En carta dirigida a Fidel, en 1995, Nadia reve­ló que los tres años vividos en Cuba, fueron los más felices en la vida de su hija.

Carismática, alegre, enamorada de la vida, Ta­nia fue una cubana en espíritu y pensamiento, y, como tal, la recordará siempre el pueblo que la acogió como una hija.