LA CRISIS REVOLUCIONARIA

Articulos Cientificos

por José Bell Lara, Dr. en Ciencias Filosóficas Profesor titular y consultante de la Universidad de La Habana. 

Los hilos del fermento y la inestabilidad económica se entrecruzan en un desarrollo que conduce a una crisis del sistema de dominación instaurado con la República mediatizada en 1902. Desde inicios de la década del veinte comenzaron a hacerse presente nuevos actores sociales de la escena política procedentes de las capas medias y el movimiento obrero que cuestionaban fuertemente el sistema político imperante.

El alza del movimiento popular recorre dos etapas: una, hasta 1929, de definición y crecimiento, y otra, de franca insurrección generalizada a partir de 1930. El 20 de marzo de 1930 se organizó una huelga general que mostró la fuerza del movimiento obrero. El 30 de septiembre de 1930 marcó un hito en la lucha con la irrupción del movimiento estudiantil. Ese día cayó, asesinado un estudiante universitario, Rafael Trejo, durante una manifestación de estudiantes que se dirigían a la casa de Enrique José Varona, filósofo cubano de gran prestigio. Se constituyó el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) que jugó un importante papel en la lucha contra la tiranía machadista.

También surgieron otras organizaciones que asumieron formas de lucha armada, estas fueron predominantemente urbanas; aunque se desarrollaron algunas actividades en el campo en las provincias de Las Villas y Oriente. De manera sumaria: huelgas, manifestaciones, “tánganas” estudiantiles; grupos de acción que operan en La Habana y las principales ciudades del país; atentados a personeros del régimen, agentes represivos y delatores (llamados popularmente chivatos). La bomba y el petardo iban de la mano. 

Hay alzamientos insurreccionales. Antonio Guiteras, uno de los más recios luchadores contra la dictadura de Machado, con un grupo armado tomó el cuartel de San Luis y se alzó en la zona de la Sierra Maestra para desarrollar la guerra de guerrillas. El Partido Comunista y la CNOC realizaron una profunda labor de organización en el movimiento obrero. La agravación de la crisis económica, el alza de la lucha popular, la incapacidad del régimen para sostenerse llevaron una alerta al gobierno norteamericano, que realizó a través de un nuevo embajador, Summer Welles la famosa mediación, que buscaba la salida de Machado, pero manteniendo el esquema de dominación.

Se realizaron conversaciones con sectores de la oposición en las que no participaron el Directorio Estudiantil Universitario, el Partido Comunista de Cuba y un sector del ABC. Un paro del sector del transporte se convirtió en un avasallador movimiento de disconformidad que culminó en una huelga general que dio el traste con Machado.

La embajada norteamericana logró imponer un gobierno de transacción presidido por Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, ministro de Machado, que apenas duró tres semanas, pues el 4 de septiembre fue derrocado por un movimiento de protesta de las clases y soldados, al que la presencia del Directorio Estudiantil Universitario da un matiz político. Al frente de las protestas de los militares apareció Fulgencio Batista Zaldívar, sargento taquígrafo del ejército. Se nombró una junta de gobierno, la Pentarquía, que no duró una semana. La designación de Batista con el grado de coronel y jefe del ejército dio al traste con ese experimento; irónicamente, más tarde Batista habría de ser el verdugo de la revolución.

A propuesta del DEU, asumió la presidencia de la República Ramón Grau San Martín, profesor universitario que había respaldado la actitud de los estudiantes. Como secretario de Gobernación fue designado Antonio Guiteras, a cuyas iniciativas se deben la mayor parte de las medidas más radicales y positivas de ese gobierno, en cuyo seno estaban presentes tendencias reformistas y dadas al compromiso, de las que Grau vendría a ser el exponente más acabado.

El imperialismo y sus servidores nacionales no permanecieron inactivos y pronto encontraron un instrumento en Fulgencio Batista. Coincidimos con Roa, cuando señala que el gobierno revolucionario de los cien días fue combatido por la izquierda y la derecha y apenas si tuvo un minuto de respiro. Vivió en acoso perpetuo: huelgas, lockout patronales, conspiraciones, estallidos contrarrevolucionarios.

Su único respaldo lo constituyó el Directorio Estudiantil Universitario, cuyo programa Grau había convertido en su programa de gobierno, y las masas populares a las que llegaban sus medidas concretas.

El impulso revolucionario no tuvo cauce ni dirección congruente y no pudo conjugarse una hegemonía en la dirección del gobierno que le imprimiera un sesgo nacionalista revolucionario consecuente. No pudo conciliarse una colaboración entre las distintas fuerzas revolucionarias que intervenían en el proceso. En medio de una compleja coyuntura política, en la que afloraban todas las contradicciones sociales de la neocolonia cubana, con un quiebre institucional y político, se tomaron las principales medidas de aquel gobierno: creación del Ministerio de Trabajo, salario mínimo, jornada de ocho horas, sindicalización obligatoria, contrato colectivo de trabajo, ley del 50 % —que obligaba a que en cada empresa ese porcentaje del personal fuera cubano—, seguro de accidente y enfermedad profesional, derecho al tanteo por parte del Estado en todas las subastas públicas y regulación de las zafras a favor de los intereses cubanos.

De hecho abolió la Enmienda Platt (más tarde y como consecuencia de la acción del gobierno lo sería jurídicamente), reivindicó los derechos de la mujer y del negro, decretó la autonomía universitaria, rebajó las tarifas eléctricas y telefónicas, y practicó en el exterior una política independiente.

Lo más notable de estas realizaciones fueron las condiciones en que se llevaron a cabo en poco más de cien días de gobierno y bajo una oposición implacable.

La reacción se reagrupó. Esta vez encontró en Batista el instrumento adecuado, que, de hecho, dio un golpe de Estado en enero de 1934. Cayó el gobierno revolucionario y le sucedió el de Carlos Mendieta Montefur, un político tradicional al que el pueblo apodó “la mula mansa de Batista”, cubierta con la que el imperialismo y su nuevo instrumento, Fulgencio Batista, iniciaron la represión del movimiento revolucionario. En poco menos de un año, la represión supera los niveles alcanzados por el machadato.

El centro de poder se traslada a Columbia, sede de la jefatura del ejército. En marzo de 1935 fracasó la huelga general que intentaba revivir la experiencia del 33.

El 8 de mayo, cuando se disponía a abandonar Cuba para regresar en un nuevo intento revolucionario fue asesinado Antonio Guiteras. “Se perdió la figura más empinada, el ánimo más templado, la voluntad más indomeñable, el brazo más enérgico, el espíritu más puro del movimiento nacional revolucionario” según Raúl Roa. Y, con la perdida de Guiteras, el ciclo revolucionario entró en fase descendente. 

*Fragmentos del artículo titulado “A propósito del aniversario del asalto al cuartel Moncada (I)”, publicado en Rebelión y Cubadebate, 27 de julio del 2017.