Por María Caridad Pacheco González
Dra. en Ciencias Históricas y miembro del Secretariado de la Unhic
José de la Luz y Caballero (1800-1862) educó y preparó a la juventud cubana de su época para conducir a Cuba hacia el progreso y la emancipación. Quizás por esta misma razón, lo que de Luz que más ha trascendido a través del tiempo es su pensamiento ético o ético-patriótico. Luz consideraba que aplicar la educación de la juventud a una idea más o menos exacta y preconcebida era riesgoso, en tanto podía arruinar la inteligencia de los sujetos e inducirlos a la inercia y la ciega obediencia. Por eso, entendía que para educar a niños y jóvenes en valores esenciales, había que partir del orden de las cosas. Se ufanaba en decir que para la libertad de Cuba era él maestro y este compromiso con la patria lo condujo a concebir un método pedagógico propio, enaltecedor de la verdad, que de categoría gnoseológica tratada solo en materias filosóficas, devino gnoseología-moral, o sea, conocimiento de la verdad, que interiorizada por los educandos creaba una actitud consciente para la vida y la patria. Por eso solía decir: “Solo la verdad nos pondrá la toga viril”.
El hombre, como un todo orgánico, era objeto principal de sus reflexiones y, tanto en la polémica como en sus aforismos, se aprecia esa preocupación central por lo humano, ya que “[…] ninguna verdadera filosofía puede ser indiferente, ni expectante, en el problema siempre renovado y siempre urgente que presenta la humanidad”;1 entendía el objeto de la filosofía como la unión de la razón con el sentimiento, de modo que se integra a la acción práctica del hombre. Es a través de la teoría del método que se propone, siguiendo la senda de Varela, emplear la filosofía en función de la educación del hombre para la emancipación de la patria: “Formar al hombre con cuantas menos prevenciones sean posibles es la gran obra de la filosofía. Fundar un plantel de ideas y sentimientos, así como de métodos, es la aclimatación que de ella nos proponemos hacer en nuestro suelo, escuela de pensamientos, ni eruditos de argentería, sino hombres de entendimiento, y más activos de corazón”.2
Para él la emancipación espiritual debía fundar la emancipación política, creando las condiciones para su realización, por ello preconiza la conquista y defensa de la verdad, el conocimiento aplicado a la práctica en bien de la colectividad y la creación de sentimientos humanitarios. La filosofía de la educación en Luz cultiva valores opuestos a aquellos generados por la sociedad colonial, que daban lugar al individualismo y a la falta de solidaridad cotidiana. “No hay nada más repugnante a mis ojos —diría el insigne maestro— que el esqueleto de egoísmo”.3 Se trata, por tanto, de una ética humanista, de expresión patriótica y popular, porque comporta una identificación con el pueblo y con la moral que requería la patria, porque “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para la vida”.4
El maestro de El Salvador y Carraguao diferenciaba la educación de la instrucción, ya que la primera solo puede conducirla quien sea “un evangelio vivo”,5 es decir un hombre dedicado a la formación humana, paradigma de cultura, conciencia, responsabilidad, virtud y amor. Como Varela, priorizó los intereses colectivos por sobre los individuales, y la utilidad de grupos humanos sobre la utilidad individual.
Estas premisas hacen de su obra una fuente imprescindible para la formación, que se incorpora de forma original en la formación del joven Martí a través del magisterio de Mendive. Precisamente el Apóstol de la independencia cubana, diría de Luz que había “[…] creado desde su sepulcro, entre los hijos más puros de Cuba, una religión natural y bella, que en sus formas se acomoda a la razón nueva del hombre […]”.6 El ideal martiano de “preparar al hombre para la vida”7 tiene en Luz su principal asidero, en tanto la sustentación en valores del proyecto de vida individual y social resulta esencial para otorgarle un sentido de identidad nacional y patriotismo que junto a valores universales, conforman el marco conceptual para una práctica social transformadora.
La defensa y fomento del pensamiento autóctono e independiente, que en Martí es una constante, tendrá un importante antecedente en Luz, quien proclamó la gran ventaja que comporta para el educando acostumbrar su entendimiento a que nada pase sin examen.8 De igual modo, la autosuperación como vía para el perfeccionamiento y desarrollo multilateral de la personalidad, así como para el mejor desenvolvimiento de los maestros, tiene como finalidad que se aprenda enseñando y se enseñe aprendiendo. No es casual la similitud en el enfoque de las frases “La educación empieza en la cuna y termina en la tumba”, de Luz,9 y “[…] La educación empieza con la vida, y no acaba sino con la muerte […]”, de Martí.10 Ambos concibieron la formación humana como un proceso que comienza desde muy temprana edad y transita por variadas formas o vías (escuela, tribuna, prensa, diversos géneros literarios, familia y sociedad), lo que permite formar integralmente la personalidad humana.
José Martí realizó una revolución consciente, porque se apoyó en lo mejor de la tradicióncubana, a través de múltiples aprehensiones teóricas y prácticas, que lo condujeron a valorar lo humano como elemento articulador de condiciones éticas, políticas y culturales que, encarnadas en un sentido de la vida, desarrollan la sensibilidad y revelan valores.
1 José de la Luz y Caballero: Elencos y Discursos Académicos, Editorial de la Universidad de La Habana, La Habana, 1950, p. 151.
2 Ibidem, p. 184.
3 José de la Luz y Caballero: Aforismos, Biblioteca de Autores Cubanos, t. 7, Editorial de la Universidad de La Ha-bana, 1992, p. 269.
4 Ibidem, p. 359.
5 Ibidem.
6 José Martí: “José de la Luz”, Patria, 17 de noviembre de 1894, en Obras completas, t. 5, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, pp. 271-272.
7 ________: “Escuela de electricidad”, en ob. cit., t. 8, p. 281.
8 Perla Cartaya: José de la Luz y caballero y la pedag8ogía de la época, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 2660.
9 José de la Luz y Caballero: Aforismos, ob. cit., p. 16. 10 José Martí: “Músicos, poetas y pintores”, La Edad de Oro, en ob. cit., t. 18, p. 390.
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