Por María Caridad Pacheco González
El 27 noviembre se cumplen cinco años de la partida a la inmortalidad del doctor Armando Hart Dávalos, una de las figuras imprescindibles de la Revolución Cubana y abnegado constructor del socialismo en nuestro país. Fundador del Movimiento 26 de Julio e integrante de su dirección nacional, tras el triunfo revolucionario de 1959 desempeñó importantes tareas como ministro de Educación —esfera en la que realizó una labor transformadora y de afirmación de la escuela pedagógica cubana— y como dirigente del Partido Comunista de Cuba, en el cual fue un genuino exponente de intelectual orgánico al servicio de las causas más justas de la humanidad.
Uno de los grandes logros de la Revolución Cubana es, sin dudas, la educación gratuita y de calidad para todos. Desde el triunfo de 1959, eliminar el analfabetismo en la Isla se convirtió en una prioridad y se declaró la reforma integral de la enseñanza. Otra tarea fundamental en la que Hart estuvo presente fue la conversión de los antiguos cuarteles en escuelas, tarea símbolo de aquellos años luminosos.
En ese escenario, el entonces ministro de Educación resumió las ideas para extender los servicios educativos a todos en su “Mensaje educacional al pueblo de Cuba”, el cual tiene una trascendencia y un valor incalculables hoy día, por su inmenso contenido humanista y democrático. Hart revelaba que no obedecía a una circunstancia casual que la Revolución hubiera inscrito en el orden del día de sus prioridades renovadoras la Reforma Agraria y la reforma educacional, sino a la existencia misma del movimiento de liberación nacional.
Al joven ministro le correspondió poner en marcha las ideas que Fidel y la dirección de la Revolución tenían esbozadas y soñadas desde los mismos inicios de la lucha revolucionaria en relación con la reforma de los estudios superiores, que tenía como principal propósito crear y establecer los nuevos paradigmas para los profesores y estudiantes, de tal manera que existiera una verdadera coherencia entre la vida universitaria y la realidad socioeconómica y política del país que se hallaba en plena faena transformadora.
Después y con el respaldo de la intelectualidad nacional ocupó la cartera del nuevo Ministerio de Cultura hasta 1997, cuando fue nombrado director de la Oficina del Programa Martiano y presidente de la Sociedad Cultural José Martí, lo cual consideró la responsabilidad más importante que le habían asignado en su vida. Si tomamos en consideración las cardinales tareas que asumió en su trayectoria revolucionaria, entre las cuales se hallan las que ejerció en el campo de la cultura durante más de veinte años, se puede deducir que dicha afirmación se correspondía con su amor y pasión por el pensamiento martiano, el cual consideraba estratégico para Cuba y para el mundo.
Muy querido y respetado por nuestro pueblo, Hart se caracterizó por su entrega al trabajo, por la defensa de los intereses de la nación cubana, por su invariable lealtad a Fidel, a Raúl, al Partido y a la Patria que tanto defendió; y por sus aportes a la educación, la cultura y el pensamiento político cubano.
No olvidaremos el papel trascendente de Armando Hart, formidable ejemplo de intelectual revolucionario, vinculado desde el inicio al Centro de Estudios Martianos. Con él rendimos tributo a todos los que a lo largo de estos fructíferos 45 años han dejado su impronta en el estudio de la obra del más universal de los cubanos, que en estos convulsos y complejos años de inicio del siglo xxi, tiene mucho que decir y hacer todavía.
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