Por Eduardo Torres-Cuevas*
Eran los días iniciales de 1853. Nadie podía imaginar que se acercaban dos acontecimientos que le darían a ese año un especial significado en la historia de Cuba. En La Habana, el 28 de enero, nacía José Martí; en San Agustín de la Florida, el viernes 25 de febrero, a las ocho y media de la noche, fallecía Félix Varela y Morales. De ambos acontecimientos se cumple este año el 155 aniversario.
Su simbolismo es evidente. Mientras desaparecía físicamente el iniciador del pensamiento
cubano de la liberación, nacía quien llevaría ese pensamiento a su elaboración más alta y a la práctica liberadora.
El padre fundador había nacido el 20 de noviembre de 1788. Nos preparamos, también, a conmemorar el aniversario 220 del natalicio de quien se definió a sí mismo como “un hijo de la libertad; un alma americana”.
Poco antes de morir, Varela, en lo que puede tomarse como su testamento político e intelectual, pensando en la sistemática pérdida de valores que se estaba produciendo en la sociedad cubana de entonces, expresó en cubanísimo lenguaje de filósofo verdadero: “Según mi costumbre, lo expresaré con franqueza, y es que en el campo que yo chapee (vaya este terminito cubano) han dejado crecer mucha manigua (vaya otro); y como no tengo machete (he aquí otro) y además el hábito de manipularlo, desearía que los que tienen ambos emprendieran de nuevo el trabajo”.
No podía saber el padre fundador en los momentos finales de su vida, que días antes había nacido el hombre capaz de manejar el machete para cortar con letras afiladas, valor acerado y sensibilidad exquisita, la manigua embrutecedora que habían dejado crecer en la sociedad cubana el colonialismo, la esclavitud, el analfabetismo, la falsa erudición, la miseria material y espiritual, el juego, la vagancia y la indolencia, entre otras muchas malas yerbas, esas que brotan sin necesidad de fertilización.
De Varela a Martí transcurre ese siglo xix que el propio Apóstol llamó “de labor patriótica”; ese siglo en que se pensó, construyó y conquistó “la idea cubana”; aquella centuria en que se sembraron las ideas de la nación portadora de su cualidad esencial: la cubanía sentida, partera, a su vez, de la cubanidad pensada desde la universalidad del conocimiento y desde la originalidad de una realidad propia.
José de la Luz y Caballero fue quien definió la escuela vareliana, portadora y constructora de la idea cubana en activa labor patriótica: “[…] nos proponemos fundar una escuela filosófica en nuestro país, un plantel de ideas y sentimientos, y de métodos. Escuela de virtudes, de pensamientos y de acciones; no de expectantes ni eruditos, sino de activos y pensadores”. Esta escuela cubana que une virtud, sentimiento, pensamiento y método, no es para la autocomplacencia de eruditos sino para crear hombres que piensan y piensan bien porque tienen métodos, cuya realización es la acción directa para cambiar la realidad.
Esta es la escuela de Varela, Luz y Martí. Es el método de la escuela cubana de pensamiento y acción, el que explica la frase de Luz y Caballero sobre Varela: mientras se piense en la Isla de Cuba, se pensará en “quien nos enseñó primero en pensar”. Lo que expresó es un problema conceptual, antes de hacer hay que pensar y pensar con método.
Para la escuela cubana de pensamiento lo universal está ya en la propia realidad cubana. Es el principio científico: “[…] el filósofo como es tolerante es cosmopolita, pero debe ser ante todo patriota”. Y he aquí el objetivo de la propia escuela cubana fundada por Varela. Todo el conocimiento para construir a Cuba; para cimentar una patria que “no es” pero que “puede y debe llegar a ser”. En ese siglo de labor patriótica, formaron filas en la creación de un pensamiento científico y patriótico cubano hombres como Tomás Romay, José A. Caballero, José A. Saco, José Ma. Heredia, Felipe y Andrés Poey, Vicente Antonio de Castro, Rafael María de Mendive, Carlos M. de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Zambrana y Moralitos (Rafael Morales), para alcanzar la cúspide que lleva el nombre de José Martí. Todos partieron de un principio que quedó asentado en las enseñanzas de Varela: ciencia para crear conciencia; conciencia para hacer ciencia.
Fue el propio Varela quien definió su posición intelectual y la coherencia de su pensamiento con su vida: “Cuando yo ocupaba la Cátedra de Filosofía del Colegio de S. Carlos de La Habana pensaba como americano […] y yo espero descender al sepulcro pensando como americano”.
Fue en esa catedra donde libró una de las batallas más trascendentes de la historia intelectual cubana: liberar al pensamiento para crear el pensamiento de la liberación. En sus Lecciones de Filosofía, introduce el pensamiento moderno y científico en Cuba. Rompe con la lógica tradicional y entra victorioso en la lógica del pensar. A partir de ello se puede hacer el estudio experimental, analítico y racional de la realidad física y social cubana. Enseñaba no solo lógica y métodos de conocimiento sino que se convierte en uno de nuestros más importantes fundadores de la ciencia cubana, con sus tres tomos de Física Experimental.
Si agudo es en las ciencias físicas, no menos lo es en las ciencias sociales. Para Varela, tres principios rigen la acción política en Cuba: “[…] preferir el bien común al bien individual; no hacer nada que vaya contra la unidad del cuerpo social; hacer solo lo que es posible hacer”. Al ocupar la Cátedra de Constitución, fue el primero en hablar del derecho del pueblo y de los contenidos de las ideas de soberanía y democracia. Hizo la traducción del Manual de Práctica Parlamentaria de Thomas Jeferson, no para copiar sino para conocer. “La idea patriótica” está contenida en su famosa “lección única de patriotismo”.
Nada tan expresivo, en estos momentos, como recordar su profundo sentido latinoamericano: “El americano oye constantemente la imperiosa voz de la naturaleza que le dice: Yo te he puesto en un suelo que te hostiga con sus riquezas y te asalta con sus frutos; un inmenso océano te separa de esa Europa donde la tiranía ultrajándome, holla mis dones y aflige a los pueblos; no la temas: sus esfuerzos son impotentes; recupera la libertad de que tú misma te has despojado por una sumisión hija más de la timidez que de la necesidad; vive libre e independiente; y prepara asilo a los libres de todos los países; ellos son tus hermanos”.
En el 155 aniversario de su desaparición física y en el 220 de su natalicio, recordemos la frase martiana sobre este padre fundador: “patrio entero”.
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