Por María Luisa García Moreno
Editora, escritora y periodista.
La vida de los fundadores suele estar signada por la incomprensión; sin embargo, al final, la vida se encarga de darles la razón. Esos hombres excepcionales comprenden su propio lugar en la historia; pero dejan al futuro la última palabra. Ejemplo de ello son dos de nuestros más relevantes próceres, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, y Fidel Castro Ruz. Con frases sentenciosas, que han quedado para siempre grabadas, ambos afirmaron su certeza.
El 27 de octubre de 1873, en el caserío de Bijagual, Jiguaní, siete miembros —solo siete estuvieron presentes en esa sesión— de la Cámara de Representantes depusieron a Céspedes de su cargo como presidente de la República de Cuba en Armas. Lo acusaban de tiranía y de haber atentado contra “los derechos imprescindibles del pueblo”.1 Al día siguiente, cuando fue notificado de la decisión de los camerales, anotó en su diario: “La historia proferirá su fallo”.2
Ochenta años después, el 16 de octubre de 1953, cuando el juicio en su contra fue reiniciado en un pequeño cuartico del hospital provincial civil Saturnino Lora en Santiago de Cuba, Fidel asumió su autodefensa y pronunció el conocido alegato, cuyas palabras finales le dieron nombre: “Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.3
Cada uno de ellos, en su momento, tuvo meridiana claridad acerca de la significación histórica de las acciones que realizaba y de su propio papel como líder.
No son esas las únicas coincidencias que existen en el quehacer y el pensamiento revolucionario de ambos. En tiempos y circunstancias diferentes adoptaron, sin embargo, posiciones similares. En primer término hay que reconocer que ambos tuvieron la decisión, como el propio Fidel dijo de Céspedes.4 Desde 1867 se venían realizado reuniones entre los conspiradores, en las que predominaban dos tendencias: la de quienes proponían esperar a la terminación de la zafra, lo que les permitiría contar con los recursos necesarios para adquirir armas, y los partidarios del alzamiento inmediato, entre quienes se encontraba Céspedes. Fue el más decidido en cada una de las juntas en que participó y no solo, cuando ya descubiertos y dada la orden de captura contra los más señalados entre los complotados, adelantó el levantamiento previsto para el día 14 y se alzó en armas el 10 de octubre.
De igual modo, Fidel, con la organización clandestina por él creada (aún sin nombre), entre todos los grupos que se oponían al batistato, fue quien tuvo la determinación de asaltar los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en lo que sería la primera acción insurreccional —el motor pequeño5— contra la tiranía. Y de nuevo sería Fidel, recién salido del llamado Presidio Modelo de Isla de Pinos —hoy, Isla de la Juventud—y tras haber comprobado que no existían condiciones para la lucha cívica, quien adoptó otra crucial disposición, pues “[…] no queda más solución que la del 68 y la del 95”,6 con lo que manifestaba con claridad no solo la imperiosa necesidad de reiniciar la lucha por la definitiva independencia, sino que las acciones que pretendía librar eran una continuación de nuestras primeras guerras libertarias, anticipada expresión de lo que luego definiría en su concepto de los “cien años de lucha”.
Tanto uno como otro elaboraron documentos que hoy consideramos fundacionales. En el caso de Céspedes, nos referimos al “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones”, que fue leído en la finca Demajagua al amanecer de aquel día redentor. Ese documento resume con precisión las condiciones en que se hallaba Cuba bajo el tiránico régimen impuesto por España: “Nadie ignora que España gobierna la isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado […]”.7 De igual modo, en su alegato de autodefensa, Fidel se refirió al régimen imperante como “la dictadura que oprime a la nación”.8
“Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio”,9 escribió Céspedes en su “Manifiesto…”. Por su parte, en La historia me absolverá, reafirmó Fidel: “El derecho de insurrección frente a la tiranía es uno de esos principios que […] tiene siempre plena vigencia en una sociedad democrática”.10
Mucho se criticó en su momento a Céspedes la decisión de “[…] nombrar un jefe único que dirija las operaciones con plenitud de facultades, y bajo su responsabilidad”,11 así como el hecho de que asumiera los cargos de capitán general y general en jefe. En Guáimaro, no se comprendió la necesidad del mando único y Céspedes, al ser nombrado presidente, quedó privado de autoridad sobre el Ejército Libertador —aunque, de hecho, al disgregarse la Cámara durante el desarrollo de la guerra, en más de una ocasión tuvo que asumir esa responsabilidad—. La vida demostraría que Céspedes tenía la razón.
Por otra parte, en la última etapa de nuestra Guerra de Liberación Nacional, tras el fracaso de la huelga del 9 de abril, el 3 de mayo de 1958, la dirección nacional del MR-26-7, reunida en el alto de Mompié, reafirmó la concepción de la lucha armada como vía fundamental en el enfrentamiento a la tiranía y Fidel fue nombrado jefe de todas las fuerzas revolucionarias de la sierra y el llano. De ese modo y bajo su mando único, pudo hacerse frente a la ofensiva del ejército —la llamada FF, fase final o fin de Fidel— e iniciar la contraofensiva, que culminaría con el triunfo definitivo de la Revolución el 1.o de enero de 1959.
Mucho queda por analizar acerca de las similitudes y coincidencias entre estas dos grandes figuras de nuestra historia; pero lo cierto es que ellas demuestran la continuidad del pensamiento revolucionario cubano y la medida en que nuestros líderes se han ido nutriendo del ideario de aquellos que les antecedieron; ello reafirma las palabras de Fidel cuando aseveró: “[…] en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes”.12
1 Fernando Portuondo: “Acta de la deposición del Presidente Carlos Manuel de Céspedes”, en Dos fechas históricas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, p. 115.
2 Eusebio Leal Spengler: Carlos Manuel de Céspedes. El diario perdido, Ediciones Boloña, La Habana, 1992, p. 148.
3 Fidel Castro: La historia me absolverá, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2016, p. 158.
4 Fidel Castro: “Discurso pronunciado en la velada por los cien años de lucha”, Demajagua, Manzanillo, 10 de octubre de 1968, en En esa ocasión, Fidel afirmó: “Y Céspedes tuvo la decisión”. http://www.cuba.cu/gobierno/ discursos/
5 Según Raúl Castro, Fidel había dicho que “Hacía falta echar a andar un motor pequeño que ayudara a poner en marcha el motor grande”. Raúl Castro: Selección de discursos y artículos, 1959-1974, p. 48.
6 Agustín Alles: “Opiniones sobre el regreso de Prío: Fidel Castro”, en Bohemia, La Habana, 10 de julio de 1955.
7 Carlos M. de Céspedes: “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones”, en Vidal Morales y Morales: Iniciadores y primeros mártires de la Revolución Cubana, Apéndice XII, La Habana, 1901, p. 621.
8 Fidel Castro: La historia…, ob. cit., p. 39.
9 Carlos M. de Céspedes: Ob. cit., p. 621.
10 Fidel Castro: La historia…, ob. cit., p. 132.
11 Carlos M. de Céspedes: Ob. cit., p. 622.
12 Fidel Castro: “Discurso pronunciado en la velada…”, cit.
- Jorge Aldana Martínez (1930-2023) - 4 de febrero de 2023
- De Estados Unidos nada nos sorprende y sí hay mucho que temer* - 4 de febrero de 2023
- El General de las Cañas - 4 de febrero de 2023